La Amazonia en el cine peruano (1) La etapa silente

Iniciamos una serie de artículos dedicados a trazar un panorama histórico de la presencia de la Amazonia en el cine peruano.

1-Las primeras imágenes

Las primeras imágenes cinematográficas de la Amazonia peruana se conocen en abril de 1899, gracias a un aparato proyector de imágenes móviles llamado Estereokinematógrafo, procedente de la casa Lumière, de París, instalado en el Teatro Politeama de Lima para su exhibición pública.

El programa de vistas “tomadas del natural” ofreció tres cintas de breve duración llamadas Catedral de Lima, Camino a La Oroya y Chanchamayo. Se desconoce el nombre del camarógrafo que las filmó y no se conservan copias de esas películas. Es fácil suponer, no obstante, que las cintas registraban paisajes de la ruta seguida por el empresario fílmico hacia la selva central del país, presentada como una vía hacia la prosperidad, ubérrima y abierta al destino de  colonos, sobre todo de origen europeo, afincados en el trabajo del cultivo de diversos frutales y del café. Chanchamayo se proponía por entonces como un lugar de estancia para inmigrantes estimulados por las políticas oficiales trazadas por el gobierno de Nicolás de Piérola, en el poder desde 1895, que se había propuesto difundir la noticia de que la mejor manera de desarrollar el país era creando focos de colonización europea en las zonas “vacías” de la geografía peruana. La ruta de la selva central fue, por eso, un lugar privilegiado de elección por los colonos.

Los documentales mencionados son las primeras películas que se filman territorio peruano. Corresponden al período de descubrimiento de la capacidad exploradora del cine y de su voluntad de llevar a los públicos de otros lugares las evidencias de localidades nunca antes apreciadas en una pantalla.

Es entonces que se inicia un período de filmaciones de muchos lugares del país llevadas a cabo por empresas productoras extranjeras, todas bajo la modalidad del “filme de viaje”, es decir de largometrajes documentales que proponen recorridos por el territorio nacional. En octubre de 1914 y, luego, en meses sucesivos, se ve Viaje al interior del Perú, largo documental en 5 partes, producido por Peruvian Corporation y filmado por el camarógrafo C. L. Chester, con vistas de un periplo en el Ferrocarril del Centro desde el Callao hasta las regiones de Chanchamayo, Huancayo, el Perené y el Mantaro. El diario La Prensa describe el contenido de la cinta, cuya existencia material se desconoce hoy: “… Pueblos y costumbres, curiosidades y bellezas, todo está allí reproducido con gran fidelidad y gusto artístico; desde los indios hilando y tejiendo, desde los campos de trigo fecundado por los arados de bueyes, hasta los puentes colgantes, las manadas de llamas, los célebres Campas de las montañas y los surcadores adiestrados en los ríos caudalosos“. (La Prensa, 6 de octubre de 1910).

En años posteriores se registran vistas filmadas en diversos lugares de la región amazónica con los títulos siguientes: Entrada a Iquitos de las tropas que participaron en el combate de Caquetá y aspectos de la vida en la zona, con imágenes del Comandante Benavides luego de la jornada del Caquetá, del desembarque de los sobrevivientes y de las banderas tomadas al enemigo colombiano (1915); Picnic durante los carnavales de 1914 en Iquitos y Revista de la vida militar y social de Iquitos (en dos partes). 

Pero esas cintas de ambiciones informativas no son las únicas. Julio César Arana, nacido en Rioja, departamento de San Martín, poderoso empresario en la explotación del caucho en las zonas del Putumayo y del Caquetá, también decide hacer un largometraje.

2-Los años veinte

Arana, propietario de la empresa Peruvian Amazon Rubber Company, que incorpora capitales británicos, es acusado de practicar abusos y maltratos en contra de las comunidades nativas de la zona y de participar en oscuros y crueles negocios de trata de esclavos. Lo que Arana y los caucheros de la zona amazónica buscan es abaratar la mano de obra usada para recoger el caucho, un producto que no requería de mayores cuidados en su extracción, producido en  abundancia y con la capacidad de enriquecer a los que dedicaran capitales y esfuerzo en su explotación. Las prácticas de Arana ocasionan un escándalo internacional. Diversas publicaciones periodísticas británicas denuncian sus métodos esclavistas suscitándose un “caso” conocido como los “escándalos del Putumayo” que las influencias y el poder del hacendado logran ocultar. En 1986, el director cusqueño Federico García convierte a Arana en personaje principal de una película de ficción llamada El socio de Dios.

Arana, convencido de que el cine era capaz de atraer inversiones hacia Iquitos, difundiendo una imagen positiva de sus actividades, produce un largometraje documental llamado El Oriente Peruano, estrenado en mayo de 1921. Con esa película, Arana busca ofrecer una visión justificatoria de la labor de las empresas de colonización que operan en diversas zonas de la Amazonia, a la vez que intenta revertir la imagen negativa asociada con su nombre.

Más tarde, en 1933, la cinta de Arana es reestrenada en un momento de deterioro de las relaciones fronterizas con Colombia, como prueba irrefutable de que los territorios amazónicos en disputa con ese país son parte del patrimonio nacional. El diario El Comercio, lo expresa así: “… comprobareis que peruanos son los aviones que cruzan raudos y veloces por el cielo del oriente y peruanas son las naves que surcan sus ríos; peruanas son sus industrias y su floreciente comercio; peruanos son los capitales allí invertidos; peruanos son sus habitantes aborígenes” (El Comercio, 27 de febrero de 1933).

El Oriente peruano no se conserva en la actualidad. Sólo se pueden consultar descripciones periodísticas como esta:

“Se aprecia en la película, cuya duración es más o menos de hora y media, los considerables progresos que ha hecho la civilización en las rebeldes tribus de nuestra selva; y sobre todo el estado floreciente en que se encuentra la ciudad de Iquitos.

Los grandes ríos de Oriente, la enorme vegetación de la selva, las hermosas haciendas en las que trabaja la indiada de distintas tribus ya civilizadas; en fin, todo el conjunto de la película es tan interesante que cautivará al espectador más exigente. También se admira en aquella cinta cinematográfica, las originales y diversas costumbres de los indios según sus tribus, llamando extraordinariamente la atención el tipo característico del salvaje“. (La Prensa, 23 de mayo de 1921).

En agosto de 1921, se exhibe, con el título de Expedición Sueco Peruana a las montañas del Oriente, de Cinematográfica Sudamericana, la crónica fílmica de la expedición a la región amazónica organizada por Carlos Rospigliosi Vigil y por el científico sueco Otto Nordenskjold. La filma el Comandante G.M. Dyott. La ruta del viaje y el contenido de la cinta es reseñado por la prensa: “Verán todo el curso del viaje que duró siete semanas. Saliendo de Lima, veremos los pintorescos paisajes recorridos por el Ferrocarril Central, los precipicios, puentes, túneles, los nevados picos de los Andes. Atravesando la Cordillera de los Andes, bajarán en plena región de la montaña con su flora y fauna tropicales, visitarán Pachacayo, Tarma, la colonia del Perené, Cerro de la Sal, Río Perené, el Pangoa, Río Tambo, Río Paucartambo, Puerto Ocopa, Río Negro, San Antonio, etc. Podrán también darse cuenta de la vida de los indios llamados “chunchos”, medio salvajes de los campas, su música, sus defensas y costumbres…” (El comercio, 21 de agosto de 1921).

La cinta se exhibe en el Teatro Forero, en velada a beneficio del Ministerio de Instrucción, acompañada de un recital poético de José Santos Chocano.

En 1925 se estrena el documental Tras los Andes (Hacia el Paraíso Peruano), producida por la sociedad La Colonizadora- Concesión Tomenotti, filmada por la Empresa Cinematográfica Perú de Manuel Morales, con fotografía de Victor Ludwick. La productora de esta película se constituye en 1925 con el nombre de La Colonizadora, formada por Julio César Arana, el italiano Pascual Chiarella, Carlos González, Luis Alberto Blume, el italiano Hugo Tomenotti, Rosendo Badani, Julio Ego Aguirre, el italiano Esteban Campodónico y Esteban Massa. Su objeto era realizar faenas de colonización en el oriente peruano, sobre un millón de hectáreas de extensión entregadas en explotación a la denominada Concesión Tomenotti, entre los ríos Ucayali, Palcazu, Pichis y Pachitea. La película forma parte de la campaña publicitaria destinada a incorporar inversionistas en su actividad colonizadora.

De la película sólo se conservan descripciones de su contenido:

“Aparece en los primeros cuadros el Presidente Leguía, el mapa nacional, los planos de la Concesión Tomenotti y diversos y bellos aspectos de las obras que se llevan a efecto en el ferrocarril al Ucayali. Bien podría decirse que se hace un recorrido completo por la nueva vía hasta el punto ya concluido de ésta, para continuar después siguiendo el trazo de la línea y admirando los grandes trabajos que se ejecutan a la vez que los infinitos e imponderables panoramas que se suceden en vertiginosa rapidez.

La segunda serie de cuadros comprende a diversos aspectos de los terrenos que forman la Concesión Tomenotti. Se ve en ellos las rancherías de las nuevas colonias, los cultivos iniciados, la feracidad de la tierra traducida en los magníficos frutos que se exhiben, y la vida laboriosa, sencilla y feliz que llevan los colonos, cuya soledad es alegrada por la presencia de bellas y audaces limeñitas, que han querido acompañar a sus esposos en esta conquista de la naturaleza y el porvenir para la patria.

Puerto Leguía, centro de las actividades comerciales de toda la colonia, sectores de los grandes ríos que cruzan la zona, escenas de embarque y desembarque en todas las especies de embarcaciones y que surcan los ríos y hasta una elección de Alcalde en Puerto Leguía completan esta parte de la cinta.

También se han impresionado algunos cuadros del muelle de Iquitos y partidas de barcos para el Atlántico, calles principales de la capital loretana y, finalmente, una serie completa de vistas de la colonia del Perené, que ya goza entre nosotros y hasta en el extranjero de buena reputación por sus grados de desarrollo” (La Prensa, 14 de agosto de 1925)

En 1929, se estrena La conquista de la selva, documental producido por los Padres Misioneros Franciscanos Descalzos, filmado por Guillermo Garland y Fray Bernardino Idoyaga. Es un empeño de los religiosos de la Orden de San Francisco, a partir de su trabajo localizado en el Convento de Ocopa, en Junín, desde el que emprenden exploraciones de evangelización hacia las cuencas del Pachitea y el Pozuzo.

El régimen de Leguía apoya a la Vicaría Provincial del Ucayali en su afán de producir La conquista de la selva, largometraje destinado a mostrar en la Exposición de Sevilla los trabajos del magisterio franciscano en esa zona.

La película no se conserva y la prensa la describió de esta manera:

“Aparece en ella gráficamente nuestra región salvaje del Ucayali con su fauna y flora, la labor civilizadora que allí se realiza desde tiempo inmemorial por la Orden Franciscana y la atención que a esas ricas regiones de nuestro territorio va prestando durante los dos lustros de su Gobierno nuestro insigne mandatario don Augusto B. Leguía.

Tres son los objetivos que la lente cinematográfica ha perseguido en su recorrido por nuestras selvas del Oriente: copiar la fauna y la flora en sus variados aspectos; retratar las huellas del misionero franciscano en sus exploraciones y conquistas apostólicas y recoger la intensa labor de progreso que el actual Gobierno de la República realiza en las regiones de la montaña.

El fondo de ese hermoso cuadro lo constituyen bellísimos panoramas tan encantadores que evocan recuerdos de la naturaleza de la primitiva creación. Los protagonistas de la civilización son los humildes hijos de San Francisco, llevando por espacio de más de tres siglos la luz del Evangelio a las tribus salvajes (…) Junto a la actividad del misionero aparece la solicitud de nuestro Gobierno, exponente claro de la exuberante vida del Perú de hoy. Mientras la educación penetra rápidamente en esas incultas zonas por medio de numerosos colegios regentados por misioneros y misioneras de San Francisco, la vialidad se incrementa segando bosques de árboles seculares y quebrando graníticas montañas para dejar paso ancho y nivelado a los automóviles. En fin, para saber lo que es y significa para el Perú el Oriente Peruano y lo que allí trabajan la Patria y la Religión, hay que ver esta preciosa producción cinematográfica. (La Prensa, 2 de abril de 1929).

El diario La Crónica, del 16 de abril de 1929, comenta la película:

“Varios ensayos cineásticos se han llevado a cabo en la zona oriental peruana. La firma Arana en el Putumayo hizo filmar una película en la que se pudo admirar en Lima la riqueza de esa zona habitada por los Huitotos (…) los Ocaínos, los Boras y los Rezígaros. Y esa zona no es de las más ricas ni de las más feraces del oriente peruano.

También se proyectó, hace algún tiempo, en las pantallas locales, otra película que hacía desfilar ante las miradas de los espectadores, pasajes pintorescos de las zonas del Perené y adyacentes.

Ahora, los misioneros Franciscanos que tienen su sede en Ocopa, han filmado una cinta que tiene gran interés porque da a conocer la belleza y la fecundidad de las tierras de las zonas de Pampahermosa, Satipo, Perené, Ene, Tambo, Urubamba, Alto Ucayali y Pachitea, hasta el puerto de Iquitos, Capital del departamento de Loreto.

Se aprecia en esta interesante exhibición, lo mismo las colonias fundadas por los misioneros en diversos lugares cercanos a Ocopa como las ricas tierras bañadas por las afluentes del Ucayali y las situadas a lo largo de este río hasta su desembocadura en el monarca fluvial“. (La Crónica 16 de abril de 1929).

Maria Wiesse en la edición No. 23 de la revista Amauta, correspondiente a mayo de 1929, escribe lo siguiente:

“Pudo La conquista de la selva ser un film de la talla artística de Chang. Nuestra selva presenta tan grandes, tan emocionantes visiones como la de Siam o de cualquier otra selva. Pero la cinta fue hecha con criterio informativo y dirigida por los buenos padrecitos misioneros que, ante todo se han querido poner en evidencia. Apenas si se nos muestra las costumbres y la vida de los naturales de aquellas regiones; apenas si vislumbramos todo el tesoro de poesía y de fuerza que son los bailes, las fiestas, la existencia familiar de esos hermanos nuestros de la “montaña”.

A pesar de sus defectos, La conquista de la selva es una cinta de un poderoso interés. Su técnica acusa un evidente progreso. Creo que puede exhibirse  en Sevilla -ya que todo se lleva a Sevilla- sin que se mofen del Perú. No así la famosa Perricholi”.

El diario El Mundo, en su edición del 18 abril 1929, p. 6, publica este comentario de la cinta:

“La Conquista de la Selva”.

No.

El título es demasiado ambicioso.

La SELVA.

Soberana, libre, omnipotente.

“El Infierno Verde” de que habló un gran poeta brasileño.

Sí.

Es el nombre que le hubiera convenido.

Modesto.

Humilde aún.

Ante su poder infinito.

Porque en ella, hay sitio para todas las vidas, menos para la del hombre.

La Tragedia de la Selva!

Cantada por miles de voces, en libros inmortales.

El Africa Tropical, no tuvo un Baratier? [o Daratier, está mal impreso]

Y el Amazonas no contó con un Euclides da Cunha?

Para no hablar sino de los grandes.

Esta cinta es un poema de la selva.

Un poema en imágenes.

Admirablemente recogidas.

Heroicamente filmadas.

Para juzgarla hay que verla desde tres planos distintos.

Fotogénico.

Geográfico.

Peruanista.

Fotogénicamente! Guillermo Garland se ha revelado un inmenso artista.

Nitidez.

Belleza.

Profundidad constante en sus imágenes.

Movimiento, instintivamente obtenido; gracias a los ríos que se deslizan o bien, encrespados, muestran su poder.

Movimiento, en las diferentes escenas naturales que brinda la fauna humana.

Movimiento, en los detalles de la vida zoológica.

Y todo esto obtenido sin mayores elementos.

Por obra de un realizador desprovisto de los instrumentales complejos que hoy demanda la producción de films.

Esta obra es una consagración.

Y debe colocar a su autor entre los operadores consumados del séptimo arte.

Geográficamente: la película tiene un interés universal.

Será seguramente el primer documento vivo sobre nuestra Selva.

Con sus tribus primitivas.

Con su floresta intrincada y lujuriosa.

Con sus ríos serpenteantes y profundos.

Con sus cielos polícromos, que a cada rato pugnan por mostrar sus colores reales entre los claros-oscuros de la cinta.

Con sus pobres chozas abrigadoras del hombre.

Con su poder virgen y omnipotente, que el hombre, no ha vencido, ni ha comenzado a vencer siquiera…

Desde otro aspecto, y siempre en el terreno de la Geografía, esta cinta es una lección admirable.

De nuestro interior americano.

Y de lo que allí existe para reserva de la Humanidad.

Peruanistamente: ésta cinta es un himno a la obra secular de la colonización amazónica.

Allí están los padres misioneros, que abrieron, brava y apostólicamente, el camino hacia este misterio.

Allí están, con sus sayales y sus pies desnudos, sombras oscuras dentro de las cuales se guarda, como en el seno del carbón mineral, la luz y el fuego de un nuevo día.

Allí están tomados por la lente verídica, como un ejemplo de Fe, de Voluntad, de Abnegación, de Bravura, de Heroísmo.

Allí está además, escrita en imágenes imborrables y emocionantes, toda la Epopeya de estos nuevos Cruzados.

Ocopa.

Satipo.

Todo el Ucayali.

Surcados por estos Misioneros, grandes pioneros de la peruanidad y de la religión de Cristo.

Desde este aspecto, esta película debía ser ampliamente difundida.

Todos los escolares deberían verla.

Y aún los que imaginan no serlo.

Es un atlas viviente e impresionante.

Hecho con sacrificio de su autor, para la comodidad del conocimiento ajeno.

Total: fotogénicamente, geográficamente, peruanístamente, esta cinta es  un triunfo completo.

Digno de generosas loas.

De amplia protección pública y privada.

De difusión universal.

Cuando André Citroen, el Ford francés, hizo su raid a Tombuctou, también filmó una película.

“La Croisiére Noire”.

Que se exhibió en la Gran Opera de París.

Bajo la mirada admiradora del mundo oficial, del mundo burgués, del mundo turístico.

Esta película era una sinfonía de imágenes del desierto.

Del Sahara desconocido.

Y triunfó.

A pesar de ser una forma “deguisé” de reclame.

Porque mostró a los ojos ávidos de los hombres por ver cosas nuevas, la cosa nueva que pedían.

Y André Citroen obtuvo una victoria más para su popular automóvil.

Ahora: qué decir de Guillermo Garland que no ha ido a buscar una reclame, que no va a exhibir su cinta en la Gran Opera, qué…?

Para qué mas interrogaciones.

Si cuanto se ha dicho y visto es suficiente para aplaudirlo.

Porque “La Conquista de la Selva”, los únicos que la han obtenido de verdad, han sido: su lente fotográfico y su espíritu amante del Perú, de lo nuevo y de lo bello.” Firma WP.

En 1927 se exhibe el cortometraje Tipos y costumbres de las tribus selváticas del Koribeni, filmado por los Padres Misioneros Dominicos.

 

Ricardo Bedoya

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