Ópera prima del chileno Jorge Riquelme Serrano, cuyo título alude a un proceso de transformación, una mirada al horror que surge de lo cotidiano.
Paulina y Paula son amantes y pasan su último día en la casa de verano de la primera. Su tranquilidad y comodidad se ven pronto alteradas con el arribo de un visitante inesperado, un joven que conocieron la noche anterior durante una reunión en el mismo recinto.
A partir de ese instante se desarrolla una calculada interacción entre los tres personajes. Lo que comienza como algo casual se va descomponiendo a medida que avanza el relato y revelando una situación progresivamente anómala.
El referente más inmediato de la película parece ser “Funny games” (1997), de Michael Haneke, aunque sin la perversidad ni la ironía del cineasta austriaco. La naturaleza psicopática del intruso, una vez revelada, da lugar a diversos hechos violentos que el realizador ilustra en planos cerrados, como para crear una cierta sensación de asfixia.
Riquelme maneja su cámara con una precisión que le permite, al menos, una escena significativa, aquella en que la dueña de casa es dopada por el visitante y se desmaya en la escalera. La narración, empero, no tiene el vuelo suficiente y se queda en un discreto ejercicio de estilo.
Las actuaciones femeninas, sobre todo la de Paula Zúñiga (la joven amante), constituyen un destacable soporte, muy por encima de la poco expresiva caracterización masculina.
Enrique Silva Orrego