“Medea”, de la costarricense Alexandra Latishev, centra su atención en el retrato del personaje de Maria José (Liliana Biamontem), una joven cuya vida dispersa transcurre entre las clases de la universidad, la rutina familiar, los partidos de rugby y las relaciones cortas y superficiales que mantiene con algunos amigos. El estar embarazada parece no afectar en nada su deriva existencial.
Esa crónica se convierte en lo más logrado de “Medea”. La cotidianeidad del personaje se resume en una suma de situaciones reiterativas. La cámara nerviosa se pega a Maria José, tratando de trazar las vías de su propia dispersión e inseguridad. La directora retrata el espíritu de la incertidumbre adolescente observando los espacios por los que se mueve el personaje con naturalidad física y sensorial. Biamontem está notable trasmitiendo el relajamiento que parece guiar a la protagonista.
Pero, luego, el relato conduce al personaje hacia alternativas tensas y decisiones urgentes en las que se cotejan convicciones éticas. No revelaremos cuáles son ellas, pero se representan en un tono grave que desconcierta: Maria José afronta padecimientos que cargan las tintas del relato y diluyen la empatía con el personaje, que empieza a ser condenado por sus acciones. Cierto tufillo moralista se apodera de “Medea”, lo que debilita el resultado final.
Rodrigo Bedoya