Transcinema 2019: Siete años en mayo

Imagen relacionada

Las diferencias entre el documental y la ficción es solo un asunto de acentuaciones, entonación y retóricas. “Siete años en mayo”, de Affonso Uchoa, lo expresa con nitidez. Al comienzo, la recreación de una intervención represiva es presentada con el estilo del testimonio directo. El registro de ese incidente, que parece designar un hecho único, es en verdad la representación de una situación como tantas. Es una historia más de violencia ordinaria. Ocurrió hace siete años, pero  puede estar sucediendo en el momento mismo en que Rafael, el protagonista, narra la “larga noche” en la que vive desde aquel entonces, o que acaso ocurre en el momento mismo en que estamos viendo la película. La violencia en el Brasil de entonces y en el de ahora es siempre una situación “documentable”. La mayor o menos potencia de su representación es solo un asunto de acentuación.

Sigue un largo monólogo de Rafael. Narra hechos terribles, describe actos de humillación, ofrece la imagen de un poder que intenta socavar las voluntades y esclavizar los cuerpos. La cámara se mantiene quieta frente al rostro del deponente; atiende a sus gestos y da cuenta de su expresión. La memoria de los agravios no puede ser interrumpida y la puesta en escena se limita a lo esencial. No hay luminosidad que acentuar, ni composición del encuadre que afinar. Importan las palabras, lo que contienen y sugieren, pero sobre todo la cadencia del fraseo, la dicción. Las lecciones de Straub y De Oliveira aparecen bien asimiladas. Uchoa confía en el poder de las palabras para generar evocaciones, así como indignación, pero cree más en la capacidad del relato oral para atraer la atención cuando se sustenta en la modulación del ritmo de la exposición y el tono de la voz.

Acabado el monólogo, sigue el diálogo con un interlocutor. Empieza otro tipo de acercamiento a la exposición. Se plantean cuestiones éticas sobre la violencia y el “documento” se refleja en un espejo, se vuelve auto reflexivo.  A la manera de epílogo vemos el  ejercicio al que se somete un grupo de jóvenes. Ejercicio militarizado que resume un modo de concebir la vida y las relaciones sociales. El que no responda a las órdenes de flexionar las rodillas a tiempo, sale del juego. No está ni vivo ni muerto. Es un expulsado.

Ricardo Bedoya

   

  

Agregue un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *

*
*
Website