Hace unos días escribí un texto en este mismo blog sobre mi estado de cinéfilo de pantalla grande en cuarentena, contando mi apego de casi 70 años a las salas de cine y lo que significa para mí la forzada interrupción que se ha producido a partir del 16 de marzo último y los ahora casi 50 días que jamás había pasado sin ir al cine desde que tenía 7 años. Ni siquiera una semana, salvo por alguna (muy rara vez) enfermedad. Sin embargo, esa confesión de enorme preferencia por ver las películas fuera de casa y en condiciones de recepción compartida con muchos otros, no me hace perder de vista que el panorama audiovisual se está transformando y que, inevitablemente, se ha producido un amplio desplazamiento hacia las pantallas de la televisión o las de uso individual.
Eso que ya venía configurando un estado de cosas en el que los canales de streaming asumían un protagonismo cada vez mayor, se ha acrecentado por las condiciones de aislamiento social. Es verdad que los multicines están cerrados y las producciones (incluidas las que están destinadas al streaming) se han detenido o postergado, y que en algunos meses eso puede cambiar y volver a una situación relativamente normalizada. En otras palabras, que las películas volverán a verse en salas.
Sin embargo, me temo (y quisiera equivocarme) que ya no será lo mismo. Que muchos más optarán por la vía de lo que tienen a la mano (o a la vista) muy reforzada en estos tiempos de confinamiento. Y que aumentará la producción destinada al streaming y a las pantallas personales. Que no será lo mismo no significa que no se sigan viendo películas en salas. Todo dependerá, además, de lo que venga más adelante en el campo relativamente imprevisible de las epidemias. De acuerdo a algunos especialistas, sobrevendrán otras pandemias y el ejercicio obligado de la cuarentena se repetirá, lo cual abona aún más en un futuro que se vivirá más hacia adentro de la casa que hacia fuera.
Naturalmente, todo lo que se pueda decir ahora es conjetural, pues nadie tiene una bola de cristal que permita adelantar lo que ocurrirá en los próximos meses o años. Pero las tendencias que ya venían apuntando de manera creciente al aumento progresivo de la visión de películas y series “a la carta” no parecen tener vuelta atrás. Y eso plantea interrogantes sobre el futuro cercano del cine peruano y la necesidad de ir encontrando otros espacios de difusión que no sean casi únicamente los que ofrecen los multicines o los mismos festivales, en estos momentos también de capa caída, y algunos de ellos destinados, dadas las circunstancias, al espacio on line, que viene a ser otro indicador de ese repliegue al espacio de recepción casera o individual que se viene produciendo.
Tiempo al tiempo. No queda sino seguir observando la marcha de las cosas con la mayor lucidez posible, más allá de nuestros gustos o preferencias.
Isaac León Frías
Yo confío que el cine en pantalla grande en salas oscura retorne. No solo el comercial sino el alternativo de festivales y ciclos de cine. La desaparición o el retroceso de este tipo de exhibición sería una de las peores pérdidas del quehacer cultural humano. Lamentablemente hay mucha gente que celebra esto y hacen una campaña por el auto cine, esa opción tan segregada y exclusiva pero poco remunerativa que ya en el pasado mostró sus límites.
El cine en salas no va a desaparecer, Gustavo, a no ser que sobrevengan catástrofes inesperadas peores que el COVID-19 que, al menos, terminará -esperemos- con la aplicación universal de la vacuna. Pero esta cuarentena casi planetaria ha potenciado enormemente el internet que ya estaba en un rápido proceso de expansión. No sólo para la emisión de películas y series, también para espectáculos teatrales, musicales y otros, así como e-books, sin dejar de mencionar las teleclases, el teletrabajo y tantas otras actividades. Eso, en un contexto de deterioro ambiental, de distancias físicas y congestiones de tráfico, además de los temores a contagios que seguramente perdurarán más allá de la terminación de la crisis creada por el coronavirus, van a afectar, mucho me temo, al espectáculo cinematográfico en salas. Tal vez los festivales sean más resistentes, habrá que verlo, pero las ventajas de ver el cine en casa, y con una oferta cada vez mayor, van a hacer mella en los multicines, al menos en los años siguientes. Y me temo, además, que lo que se ofrezca en los multicines sea cada vez más los blockbusters con mayor rendimiento potencial, y que las producciones de género menos onerosas, a no ser que posean grandes rangos de atractivo, o las moderadamente independientes, casi no encuentren espacios.
De acuerdo Chacho. Por si acaso yo no estoy en contra de ver películas por internet. De hecho, en lo que va de esta cuarentena, ya vi alrededor de 200 películas por esa vía incluyendo a Netflix. Pero lógicamente nunca va a ser lo mismo que ir a una función de cine que ofrezca una buena proyección.