Michel Piccoli: La partida de uno de los más grandes, por Isaac León Frías

La belle noiseuse | Gene Siskel Film Center

 

No es un pleonasmo ni un simple titular periodístico al uso el que encabeza esta nota de despedida.  Es, estrictamente, una frase que da cuenta de la estatura interpretativa de Michel Piccoli cuya carrera en el cine de casi setenta años (iniciada en 1949 y cerrada en el 2015)  lo coloca por méritos propios en uno de los lugares más altos de la escala interpretativa del cine de todos los tiempos. Y no porque Piccoli fuese un derroche de versatilidad o de transformismo. Como su colega y compatriota Isabelle Huppert, no requería de una extensa gama histriónica para abordar sus personajes. Le bastaba hacerlo dentro de un registro de cuerdas relativamente próximas. Es decir, no tuvo que modificar sustancialmente la expresión del rostro, la gestualidad, los andares, ni apelar al maquillaje acentuado, salvo por alguna escasa razón excepcional, para ofrecer el retrato preciso y a la vez diferenciado de los muchísimos que compuso con el rigor y, a la vez, la soltura que siempre mostró. En Piccoli la actuación se sintió siempre como algo natural y es por eso que en su copiosa filmografía tuvo a quienes tuvo de directores, empezando por Jean Renoir para quien compuso un personaje secundario en French Can Can, en una de las actuaciones de sus primeros tiempos a comienzos de los años cincuenta.

Dime quién te ha dirigido y te diré quién eres

Dicho lo anterior, conviene hacer un listado de quienes fueron sus directores. No todos, por supuesto, porque Piccoli participó en más de 200 películas, y no buenas en su totalidad, pero sí, con cargo a reconocer luego alguna omisión, los más calificados. Por supuesto, hay que entender esa paráfrasis del conocido refrán tal como le corresponde a Michel Piccoli: si lo dirigieron quienes lo hicieron fue porque veían en él una presencia y un talante que pocos ofrecían. La correspondencia en el tiempo con la nueva ola francesa y el activo cine de autor que se levanta desde la segunda mitad del siglo XX y, con más fuerza, en los años sesenta, lo identifica con ese arte renovado que ese cine supuso durante varias décadas. Fuese en roles protagónicos como en secundarios, Piccoli estuvo sin falta, al menos en el listado que sigue, a la altura de las circunstancias.

Con Luis Buñuel actuó en La muerte en este jardín, Diario de una camarera, Bella de día, La vía láctea, El discreto encanto de la burguesía, El fantasma de la libertad.

Con Jean-Luc Godard: El desprecio y Pasión.

Con Claude Chabrol: La década prodigiosa, Bodas sangrientas.

Con Jacques Rivette: La bella mentirosa (En la foto), No toques el hacha.

Con Agnés Varda: Las criaturas y Las ciento y una noches.

Con Jacques Demy: Las señoritas de Rochefort, y  Una habitación en la ciudad.

Con Claude Sautet: Las cosas de la vida, Max y los chatarreros, Mado, Vicente, Francisco, Pablo y los otros.

Con Marco Ferreri: Dillinger ha muerto, Liza, La audiencia, La gran comilona, No toquen a la mujer blanca, La última mujer, Están bien los blancos.

Con Marco Bellocchio: Salto en el vacío, Los ojos, la boca.

Con Luis García Berlanga: De tamaño natural, Paris Tombuctú.

Con Louis Malle: Atlantic City, Milou en mayo.

Con Michel Deville:  La mujer de azul, Peligro en la residencia, Le paltoquet.

Con Raúl Ruiz: Genealogías de un crimen, Ese día.

Con Manoel de Oliveira: Party, Vuelvo a la casa, Espejo mágico, Belle toujours. Con Leos Carax: Mala sangre, Holy Motors.

Con Costa-Gavras: Compartimentos muertos, Un hombre de más.

Con Jacques Doillon: La hija pródiga, La puritana.

Con Youssef Chahine: Adios Bonaparte, El emigrante

A todas ellas, hay que sumar algunas actuaciones únicas para ciertos directores tales como Alain Resnais (La guerra ha terminado), Alfred Hitchcock (Topaz), Henri-Georges Clouzot (La prisionera), Elio Petri (Todo Modo), Mario Bava (Diabolik), Gianni Amelio (Ladrón de niños), Theo Angelopoulos (El polvo del tiempo), Otar Iosseliani (Jardines de otoño, donde hace el rol de una anciana en silla de ruedas) y, finalmente Nanni Moretti (Habemus Papam, que se estrenó en salas comerciales de Lima).

Por ahí se me escapa más de una, seguramente. Los lectores pueden añadir otras. Hay un amplio material para empezar a ver, si no se conocen o no se han comenzado a ver aún, o también para volver a ver en estos tiempos de cuarentena. Afortunadamente, nos queda ese impresionante legado. A aprovecharlo y a recordar a ese notabilísimo actor y, según quienes lo conocieron, magnífica persona además, que fue Michel Piccoli. En Dos veces cincuenta años de cine francés (1995), hay una escena en la que Jean-Luc Godard, director de la misma con Anne-Marie Miéville, le hace una pregunta a Piccoli, que presidía en Paris la organización de las actividades celebratorias del centenario del cine, sobre el significado de esa fecha que esa película cuestiona, y prácticamente no lo deja responder, una situación en la que el actor demuestra una paciencia y una tolerancia que seguramente pocos podrían exhibir.

Isaac León Frías

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