- La ópera prima de la cineasta argentina Sol Berruezo se transmitirá en el Festival de Cine Al Este, que comienza su edición online este jueves 1 de octubre. Es una película realizada enteramente por un equipo de mujeres.
Su punto de partida es el contraste entre la inocencia infantil-adolescente y la crudeza de la vida adulta, siempre desde la mirada femenina.
Las mamás están casi ausentes. Sus apariciones son intermitentes y de soslayo durante todo el desarrollo. Por eso el llamado repetitivo del título. Tanto los escenarios como los encuadres le pertenecen a las más pequeñas. La cámara de Berruezo prefiere concentrarse en las niñas como Cleo, que se mira frente al espejo vistiendo joyas y un vestido varias tallas más grande. Es el anticipo inocente de ese crecimiento que cada día se siente más cercano.
Ella se muda junto a su madre a la casa de su tía y sus tres primas, luego de una tragedia familiar. El nuevo hogar se ha convertido en el refugio, tanto físico como emocional. Afuera, incluso a la altura de la piscina, pueden ocurrir desgracias.
Cleo y sus tres primas conviven. Tanto las tomas estáticas como los paneos y travellings las captan entre los cuartos y los pasillos de la casa, con la calma y la pausa que ofrecen la inocencia. Las mujeres adultas, en cambio, son registradas con una cámara en mano temblorosa e insegura, acaso como reflejo de ese desgaste emocional y físico y que dejan el paso de los años. Berruezo plantea esos tiros de cámara desde el punto de vista de las más jóvenes, que fisgonean a través de la puerta entreabierta a una adultez desconocida.
En su desarrollo, “Mamá, mamá, mamá” también sigue el desvanecimiento de aquella inocencia infantil a través del crecimiento y exploración femeninas, planteadas desde las respectivas edades de las protagonistas.
Una escena lo grafica a la perfección: las cuatro primas están en el patio de la casa. La menor ya no quiere jugar y se tira al suelo. La que le sigue en edad está bailando la coreografía de una artista de moda. Cleo está sentada en la escalerilla, entretenida pero quieta. Y la mayor, de quince años, también baila, pero mirando al hombre que se encarga de las refacciones en casa, mientras se moja el vestido para acentuar las curvas incipientes de su cuerpo.
Jaro Adrianzén