Empezamos a comentar las películas programadas en el Festival de Lima con tres títulos de perfil bajo que no hay que perder.
La mejor es “Atlántida”, de la cordobesa Inés Barrionuevo. Es una historia de aprendizaje del deseo, íntima y cálida.
Dos hermanas adolescentes, en constantes desencuentros, aprovechan la ausencia de los padres para partir en busca de sus identidades hacia destinos paralelos, pero opuestos. Son recorridos breves, silenciosos, pero tensos y cargados de sentido. La película es seca y sensual a la vez. Notables actuaciones de las jóvenes protagonistas.
El cine cordobés se despunta como uno de los más interesantes en América Latina.
“Atlántida” debió figurar en la competencia oficial.
“La vida después”, del mexicano David Pablos, también describe un itinerario de aprendizaje. Dos hermanos parten a la búsqueda de la madre desaparecida. Uno de ellos está apegado a ella desde muy niño; el otro, alimenta rencores y desconfianza hacia la mujer. Es una película de carretera que reúne las convenciones del género, pero las trabaja con discreción, sensibilidad y pudor.
“Hippocrate”, del francés Thomas Lilti, es la tercera película de aprendizaje del grupo. Un joven llega a hacer su internado en medicina en un hospital. Ahí se enfrenta a los riesgos de su profesión, a las demandas éticas de la práctica médica, y a la vida en grupo en su relación con colegas, enfermeras, asistentes.
La cámara siempre en movimiento le da un tono ansioso al relato que va y viene mostrando incidentes fragmentados que se unifican al final. Hay un acento documental en el registro de los protocolos y prácticas urgidas de los médicos y una mirada crítica sobre el estado de la salud en Francia.
Fluidez narrativa y una sólida dirección de actores le dan atractivo a esta película que patina con un final algo sentencioso y moralizante.
Ricardo Bedoya