Tomorrowland

Tomorrowland quiere acabar con todas las visiones catastróficas del futuro. Nada de distopías ni de milenarismos ni de temores basados en proyecciones científicas. Los horizontes de la contaminación ambiental, del cambio climático, de las  bacterías mortíferas descontroladas, de la sobrepoblación, el hambre, la falta de combustibles y de agua,  y demás desastres previstos, son meras paparruchas.

Tampoco encontramos aquí a superhéroes enfrentados contra enormes villanos metálicos. A los más hay una pequeña robot ( la notable Raffey Cassidy) enfrentada a unos Hombres de negro que reemplazan la violencia explícita por gestos de seriedad, dejando ver unos cuantos cables pelados que hacen cortocircuito. Pura faramalla.

Tomorrowland no es Mad max, furia en la carretera ni Soy leyenda, ni Los vengadores.

Nada de eso. Aquí el futuro lo construyen seres humanos como todos, con debilidades y flaquezas, de los que prefieren imaginar el futuro como un parque temático, un Disney World a punto con las tecnologías digitales, pero listo para pensar, sentir y lucir como un parque de diversiones de la era Eisenhower, si no más arcaico aún.

George Clooney aparece avejentado y con la barba descuidada. Nada que ver con el símil de Clark Gable que alguna vez intentó ser. Su personaje fue un niño genial que vio sus ilusiones truncadas. Pero que las recupera, muchos años después, en compañía de una joven vivaz y aventurera, que sueña con ser astronauta. La actriz se llama Britt Robertson y se perfila como una actriz a tener en cuenta. Lo mejor de la película -lo más relajado y divertido- ocurre en el presente y con la pareja embarcada en la aventura.

Pero los dos personajes, guiados por una niña de poderes especiales, dan el salto a un mundo utópico que está figurado como una fantasía rosa, el país de Oz que resume todos los optimismos y suprime las contradicciones. Es el mundo de Disney encapsulado en el tiempo, al abrigo de los manejos corporativos y de la pérfida política. Una imaginería monse y una fantasía futurista que puede resultar tan escalofriante como la peor catástrofe pero que, en Tomorrowland, aparece como posibilidad deseable. Allá ellos.

Ricardo Bedoya

 

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