El gran Gatsby

              
 
Nunca Baz Luhrmann se pareció tanto al Ken Russell de los años setenta como aquí.  Tal vez porque las coincidencias de vestuario, tiempo y artificio, hagan recordar tanto a “El novio”, como a “Valentino”. Un Russell en tiempos digitales y en 3D. Es decir con personajes románticos que parecen figuritas de cartón coloreadas y puestas sobre una escenografía suntuosa e irreal, pero con ilusión de profundidad. Y con comparsas frenéticos que, más que bailar, se agitan en trance paroxístico mientras la cámara los rodea.
 
En este Gatsby opulento y excedido todo se mueve, menos las pasiones. Se agradecen las preocupaciones estilísticas -aunque rocen la grandilocuencia-, en una época de películas sin relieve visual ni ambición expresiva, pero se extraña al Gatsby que construyó un Xanadú para compensar lo que perdió, o lo que no pudo conservar. Es decir, al que prefigura a Kane. Su sufrimiento, nostalgia y frustración dan lugar solo a declaraciones más o menos dramáticas, más o menos histriónicas. Porque aquí las pasiones se dicen y declaman pero no las vemos encarnadas en un Leonardo diCaprio lívido, casi sonámbulo, que parece extrañar a Scorsese y a Eastwood. Y el pobre Tobey Maguire está más que perdido que un hombre araña en la Era del Jazz.
 
Ricardo Bedoya

One thought on “El gran Gatsby

Agregue un comentario a Juan Carlos Ugarelli Cancelar respuesta

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *

*
*
Website