Parodia de la parodia: Al filo de la ley

A lo largo de la proyección de Al filo de la ley uno se va preguntando por lo que está viendo en un estado de desconcierto. Y no porque sea una película hermética, que no lo es en absoluto, sino porque no queda del todo claro si lo que se ha hecho es un relato de acción en serio o si se ha hecho una parodia. No una comedia, sino una parodia, es decir, la reproducción burlesca de lo que sería una intriga de acción criminal, inspirada como esta en lo que en inglés se conoce como las buddie movies, aquellas en que dos policías o colegas, con frecuencia un blanco y un negro, como en 48 horas, comparten búsquedas, peligros y enfrentamientos, pero también afinidades, diferencias e inesperadas complicidades.

 En Al filo de la ley,  ¿ qué es lo que une a la pareja formada por Renato Rossini y Julián Legaspi?  ¿Qué vínculo se establece entre ellos?  ¿Qué extraña química los une? ¿Qué los motiva realmente a aceptar un compromiso como el que asumen? Todo eso es un misterio que de pronto se descifra en la anunciada segunda parte, porque en aquí no hay nada más que un deambular tan improbable como el de esa incursión selvática que se ve al inicio y que se repetirá más tarde. A ellos las cosas les van llegando porque sí, igual que la inmediata aceptación que reciben de las mujeres que no requieren más que de su simple presencia para entrar en el juego erótico. Poseen, se supone, un magnetismo especial casi enigmático que las personificaciones no insinúan por ningún lado.

Todo apunta a la parodia, pero a la parodia de la parodia. Desde la extrañísima selección de los dos excriminales para infiltrarse en la organización del narcotraficante Genaro Valdez, hasta los extraños meandros del escape final. Desde la afectadísima interpretación de Reynaldo Arenas hasta la figuración de un elenco femenino que casi en exclusividad está formado por mujeres de anatomía voluptuosa, escaso seso y aún más escasa habilidad escénica. Es decir, todo parece estar deliberadamente hecho a la mala, para que se note que nada puede tomarse en serio y que es un simple juego ‘metaficcional’, una película deficiente expresamente hecha para que se vea como una película deficiente. Sin embargo, no deja de asaltarnos la duda: ¿se quiso realmente hacer una parodia de parodia? ¿Es acaso Al filo de la ley una versión intencional sobre la alta improbabilidad de hacer un film de acción decoroso en el Perú?

Isaac León Frías

Agregue un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *

*
*
Website