Gracias a Transcinema y Lima Independiente es que a Lima (penosamente no se puede decir “Perú”) llegan parte de las películas más sobresalientes del año. Sin embargo, las propuestas más celebradas no se asomaron por aquí, como la espléndida The Assassin (un festival como el de la PUCP la puedo traer) ni la trilogía de Miguel Gomes, ni tampoco propuestas más extremas como Samuray-S de Raúl Perrone, que quizás por sus tres horas de cine puro y experimental podría evaluarse como “excesivas” como para el espectador cinéfilo limeño promedio, cosa discutible. Igual, espero que en 2016 se puedan apreciar estas películas en salas peruanas. La esperanza queda.

Sobre el tema del periodismo cinematográfico y su relación con la cartelera, se mantiene inalterable el círculo vicioso de estrenos-majors- crítica-reseñas, como si toda la información que pudiera recibir un espectador interesado solo estuviera condenada a ser réplica de los estrenos. Esto permite mantener un tipo de crítica caduca de hace más de 60 años. Y como lo mencioné en algún tuit, una salida es seguir propiciando nuevos espacios para otro tipo de crítica. Otro tipo de periodismo cinematográfico frente a la pobreza de los textos, a reseñas argumentales donde hacer el check de buena foto, buen actor, buen guión, buen ritmo, queden pues en el terreno del ejercicio de aquellos que ven a la crítica como una experiencia amateur y primaria.

Este recuento breve del año también me permite visibilizar hechos lamentables y que intuyo seguirán cobrando popularidad en el 2016: las majors y su necesidad de apostar por la figura del crítico “independiente” para contrabandear opiniones sobre los films que estrenan en cartelera. Un caso para el recuerdo de este año: el de Al Pacine y su relación con UIP. El marketing adquiere otra dimensión: se acabarán las funciones de prensa y surgirán más figuras alpachinescas para hacer que ese cine de multitudes tenga el voto “legítimo” de la crítica.

Mi deseo 2016 para la crítica: menos cifras, menos datos de taquilla, más cine.