Un juego sin reglas: Nerve

El juego de la cacería humana. En los años treinta, “El malvado Zaroff”, una gran película de Ernest B. Schoedsack, señaló los marcos de un juego despiadado en la jungla. Ochenta años después, la era digital modifica el teatro de operaciones y quiebra las previsibilidad de las movidas y los escapes. La inteligencia que señala los retos ya no es la de un villano caprichoso o un genio del mal, sino la de una red sin centro alimentada por las fantasías de millones de sádicos internautas. El territorio sigue siendo una jungla, pero esta vez urbana.

“Un juego sin reglas: Nerve” se monta sobre la fiebre real del Pokemon Go y mezcla ingredientes ficticios detonantes. El juego es de vida o muerte; los desafíos impuestos a sus participantes pasan de la insolencia y los atrevimientos callejeros a las infracciones legales y, de ahí, a los enfrentamientos físicos, practicados a la manera de gladiadores urbanos. Las expectativas y ansias de triunfo se viven “on line” hasta que los universos paralelos de lo virtual y de lo real se encuentran, se confunden y hacen cortocircuito.

La película es superior a tantas otras adaptaciones de novelas juveniles de éxito. Tiene nervio narrativo y un estilo visual hecho de imágenes muy luminosas e hiperrealistas, abundancia de neón, vertiginosos desplazamientos de la cámara por la noche de Nueva York, informaciones y estímulos ofrecidos por pantallas múltiples y ventanas de chat. El narcisismo de los tiempos virtuales se convierte en estímulo de goce y peligro. Riesgo adictivo que la película aprovecha como acicate del suspenso y que observa sin condenar.  Dirigen Ariel Schulman y Henry Joost, responsables de los episodios 3 y 4 de “Actividad paranormal”. Se mueven en el terreno del cine fantástico como ruteros de la “serie B” de otros tiempos.

Ricardo Bedoya

Nota aparecida en la revista Caretas del 8 de septiembre de 2016.

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