Vivir de noche

Se llaman “valores de producción” y saltan a la vista. Vistosas escenografías de época; magnífica recreación del Boston de los “roaring twenties” y de la Florida y sus ambientes latinos, con mafias disputando negocios y poderes; vestidos, peinados y atmósferas que le dan color a la fantasía exótica en blanco y negro de los filmes criminales de la Warner en los años treinta y cuarenta. Esos son los valores que destacan en “Vivir de noche”.

Por lo demás, Ben Affleck extravía lo más sólido de “Desapareció una noche”, “Atracción peligrosa” y “Argo”, sus películas anteriores: la tensión narrativa, el montaje creando conflictos  y crescendo emocional, los personajes complejos. “Vivir de noche” tiene de catalogo vintage, de recorrido nostálgico por ambientes y espacios creados por el artificio de Hollywood, de tour por el parque de atracciones temático del cine del pasado, pero carece de potencia dramática. Es lánguida y fantasmal, como el personaje de Sienna Miller, que aparece y desaparece como artefacto de prestidigitador, o como el propio Affleck, que recorre por territorios peligrosos siempre ensimismado, con el gesto de haber sido desbordado por las líneas narrativas que se multiplican  y exceden su oficio de narrador.

 

Ricardo Bedoya    

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