¿Deben los críticos dedicarse a hacer películas?, por Isaac León Frías

En un reciente tweet, el productor Miguel Valladares sugiere que los críticos de cine deberían demostrar la inteligencia y superioridad que tanto predican haciendo películas. No menciona que para ello abandonen la crítica, pero eso cae por su peso. Si el crítico se dedica a hacer películas no tiene sentido que siga escribiendo sobre otras.

Lo que ha escrito Valladares podría considerarse una ocurrencia o una frase que se explica por el escasísimo aprecio que han recibido por parte de los críticos locales la mayor parte de sus producciones. Seguramente es así, pero no es la primera vez que eso se dice. Incluso se dio el caso de un distribuidor local, poco favorecido por los comentarios que se hacían a las películas que traía a Lima y  que hace varios años ofreció una cierta cantidad de dinero para que algún crítico realizara un corto y pusiera a prueba sus conocimientos.

Se le pide a un crítico de cine lo que usualmente no se le pide a un crítico musical, teatral o literario, a un comentarista deportivo, hípico o taurino, a un crítico gastronómico o a un especialista en vinos. Es decir, parece que se entiende menos en el caso del cine lo que se comprende más en las otras prácticas, sean artísticas, deportivas y tutti quanti.  No se entiende bien que son actividades distintas. Que así como una cosa es redactar una novela o escenificar una obra de teatro, otra muy distinta es comentar, juzgar o valorar una y otra.

Y lo mismo ocurre con el cine. No quiero hablar en nombre de todos, pero lo hago en el mío propio: nunca me interesó hacer cine y en el supuesto negado de haberlo hecho, con seguridad lo hubiera hecho muy mal. Mi aprendizaje empírico (aprendizaje que nunca termina) fue para comentar y analizar las películas, en la escritura y en la docencia, situarlas en el contexto de una obra personal, de un género, de una corriente, de un motivo temático o de una cinematografía. Esa es una actividad que no tiene nada que ver con el ejercicio práctico de realizar películas. Mi conocimiento muy limitado del cine no se aplica al terreno del hacer, sino al del conocer, evaluar y valorar las películas proyectadas y esa es una función que se realiza, mal o bien, en todas partes y desde hace muchísimo tiempo.

Es verdad que se han dado casos en que los críticos han pasado a la realización, pero cuando ha sido así han dejado el ejercicio de la crítica, salvo en ocasiones especiales, precisamente para que no se confundan los dos oficios y para que el realizador no sea juez y parte. Entre nosotros se puede señalar el caso de Francisco Lombardi, que se inició en la crítica, y mucho más reciente, el de Joel Calero. Ambos abandonaron la práctica crítica, incluso antes de asumir el rol de directores y a ninguno de los dos les pasaría por la cabeza pedirles a los críticos que apliquen sus conocimientos en la realización porque saben muy bien que son campos distintos.

Más allá de la queja implícita en lo que enuncia Valladares, se detecta un reclamo. Como todos saben, él es el conductor del primer proyecto empresarial exitoso en la historia del cine peruano, la compañía Tondero. Con ¡Asu Mare!, esa empresa anotó un golazo (para decirlo en jerga futbolística) en la recaudación: fue la película más exitosa de todos los tiempos en el circuito de estrenos en salas. Se abría una posibilidad inédita en un país hasta ese entonces signado por los proyectos empresariales fallidos o accidentados. Luego de casi cuatro años, con otros grandes triunfos económicos y algunos que no lo son tanto para ellos (para Tondero puede ser un revés alcanzar casi un millón de espectadores cuando esperan más de dos), el balance en términos creativos deja mucho que desear. No es que ¡Asu Mare! fuese una buena película, pero era mejor que todas las que han venido después en el terreno de sus producciones ‘masivas’, salvo Locos de amor, que no está mal. No se puede dejar de mencionar que, además de su línea principal de producción, Tondero ha producido también los dos largometrajes de Joanna Lombardi y Magallanes, así como ha coproducido alguna otra buena película y todas ellas han logrado la aprobación de la crítica.

Sin embargo, a Valladares no le satisface lo que opinan los críticos sobre sus películas de alcance masivo (lo entiendo y en su lugar yo tampoco estaría satisfecho, claro) y trasmite su malestar por esa falta de aprobación. Como si el reconocimiento comercial y empresarial tuviesen que complementarse con la opinión favorable de la crítica. No es así y no porque lo que hace sean películas ‘comerciales’. No hay fórmulas simples, pero una película ‘comercial’ puede ser una gran película, tan buena o mejor que una película de autor. La historia lo ha demostrado ampliamente en diversas etapas, empezando por las grandes películas norteamericanas, y ahora mismo, en el corazón de la industria de Hollywood (la más ‘comercial’ de todas), al lado de las producciones rutinarias o de las medianas, se siguen haciendo obras muy creativas. Hace sólo un par de años la FIPRESCI (Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica) eligió a Mad Max: furia en el camino, como la mejor del año, por encima de las ganadoras de festivales internacionales. Y no se trata de una obra para un público minoritario, sino todo lo contrario. Este mismo año se estrenó en Lima un melodrama argentino muy mal lanzado en salas,  Gilda, de Lorena Muñoz, que deberían ver todos los productores, realizadores y guionistas peruanos para comprobar cómo una buena película no es incompatible con su vocación popular.

Sí, pues, el cine es un desafío empresarial y comercial, pero es al mismo tiempo un desafío creativo. Que una película guste a mucha gente no la hace necesariamente una buena película. Aquí no vale el voto mayoritario, a no ser que se utilice para el refrendo de la taquilla, porque el gusto mayoritario se alimenta de los estímulos más directos y sencillos (el humor fácil, la simpatía, el susto, la tristeza o la compasión) y porque hay una banalización creciente del espectáculo en el espacio audiovisual, sin que ello sea una fatalidad como lo demuestra la calidad promedio de las series televisivas norteamericanas de los últimos años y la imaginación y talento que se aprecia en títulos como Guardianes de la galaxia, por ejemplo.

Que se quiera hacer una producción a la manera de las fórmulas televisivas recicladas, como hace Tondero, es su opción, y si a Valladares le parece que el público es el mejor crítico, está en su derecho. Afortunadamente, la libertad de expresión permite que el periodismo exprese sus opiniones que no tienen por qué ser complacientes con el objeto del análisis, que es lo que pareciera esperar Valladares de lo que se escribe sobre sus producciones. Eso no significa una posición de superioridad o de autoridad estética indiscutible.  Son opiniones que se sustentan de la mejor manera posible a partir de un conocimiento analítico y un compromiso con el cine peruano y con su destino, para decirlo con un término altisonante. Yo voy a seguir viendo las películas de Tondero, como veo o trato de ver la totalidad de las películas peruanas, con la mejor disposición posible y con la esperanza de que realmente se vaya construyendo en ellas (en las de Tondero y en otras) un cine de vocación popular que no se apegue al facilismo de las fórmulas y que, además, no le cierre el camino a otras opciones que no apuntan a ese público mayoritario. Y cuando digo que no le cierre el camino, no me refiero a que eso se haga en el terreno de la producción, sino en el de la exhibición; es decir, en la implantación de modelos de comunicación genérica dominantes y en el copamiento de salas, que prácticamente terminen asfixiando las posibilidades de difusión de un cine distinto al que promueve Tondero.

Isaac León Frías

(En la foto: Les Sièges de l‘Alcazar, de Luc Moullet)

One thought on “¿Deben los críticos dedicarse a hacer películas?, por Isaac León Frías

  1. Tondero es casi un monopolio y eso no está bien. Es verdad que se le quita espacio a otras películas, aunque eso también se debe a los exhibidores, que prefieren tener Avenida Larco que tener La última tarde. Es un asunto simple y llano de ganancias, y así es poco lo que se puede esperar de Tondero.

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