Netflix versus Cannes

El conflicto entre Netflix y el Festival de Cannes tiene mucha carne y abre un debate de envergadura y larga duración.

 El problema empieza con la selección en Competencia Oficial de dos películas distribuidas por Netflix para su servicio de streaming, y no para la exhibición en salas. Ellas son “Okja”, del coreano Bong Joon-ho, y “The Meyerowitz Stories”, de Noah Baumbach.

El Festival las elige suponiendo que, luego de finalizado el certamen, las películas se estrenarán en las salas públicas francesas, pero Netflix niega esa posibilidad.

¿Qué motivo tiene Netflix para esquivar el estreno en Francia?

Muy simple: la disposición legal que crea dilatadas ventanas de emisión para las películas luego de su estreno en cines. Si un productor o un distribuidor estrena su película en las salas ubicadas en territorio francés debe esperar cuatro meses para editarla en Blu-Ray, un año para que llegue a la televisión por cable, dos años para ser emitida por la televisión hertziana, y tres años para pasar por los sistemas de streaming.

En otras palabras, si Netflix estrenara “Okja” y “The Meyerowitz Stories” en salas francesas, tendría que esperar hasta el 2020 o 2021 para poder ofrecerla a los clientes franceses de su sistema de streaming.

Ante la negativa de Netflix de estrenar en Francia, Cannes ha decidido que en adelante solo competirán las películas que aseguren su estreno posterior en cines franceses.

 En “La regla del juego”, el personaje encarnado por Jean Renoir decía que “todos tienen sus razones” al suscitarse las discrepancias.

¿Cuáles son las razones de las partes en esta desavenencia?

Las de Netflix  parecen nítidas: su negocio es poner a disposición de sus usuarios películas exclusivas que se estrenan en streaming. La plataforma tiene extensión planetaria, agresividad comercial y buen ojo para entrar ahí donde el regresivo e infantilizado Hollywood de hoy no se atreve a incursionar: promueve algunos filmes de autor; le interesa producir o distribuir documentales; ha emprendido la postergada restauración de “El otro lado del viento”, que será la película póstuma de Orson Welles; está detrás de la producción del próximo filme de Martin Scorsese.

¿Se puede obligar a Netflix a esperar tres años para poner en su servicio francés algunas de las películas en que ha invertido? ¿Se puede postergar tantos meses, en un territorio como el francés, el streaming de títulos que serán pasto de las copias informales y de las descargas impagas?

En tiempos de multiplicación de plataformas –que son, dicho sea de paso, el futuro del cine de autor, independiente, de creación, o como quiera llamársele- la posición del Festival de Cannes parece retardataria.

¿Lo es?

Sin duda, no.  Para entenderla, es preciso echar una mirada al horizonte de las políticas culturales que Francia sostiene desde hace décadas. Políticas como la de la excepción cultural, o la promoción a la diversidad cultural, que son sustentos de un complejo sistema de ayudas a su cine nacional, pero también a las cinematografías de todo el mundo. Ayudas que no solo se dirigen al financiamiento de proyectos, sino también al subsidio de circuitos de salas independientes o alternativas que dan visibilidad a películas que son retiradas de las grandes cadenas o que nunca llegan a ellas. Eso explica la extraordinaria diversidad de la programación fílmica francesa, pero también la posibilidad de encontrar filmes africanos, asiáticos o latinoamericanos coproducidos con fondos franceses.

En estos tiempos de concentración del mercado, toda película que se escape de las normas del esperanto audiovisual impuesto por Hollywood está tocada por la fragilidad. Requiere protección. Necesita de pantallas. Hasta los “autores” consagrados buscan esos apoyos. En caso contrario, son avasallados por los superhéroes.

En ese panorama, la existencia de Cannes –y de todos los festivales- es fundamental. Competir ahí es poner a la película de “autor” en una vidriera planetaria. Y ganar la Palma de Oro se convierte en una cuestión de prestigio, más que en una garantía de éxito económico. Muchas Palmas de Oro fueron estrepitosos fracasos en la taquilla.

Hasta Netflix busca esa visibilidad y prestigio para las películas que produce, adquiere o distribuye. Si no, ¿por qué aceptó que participaran en la competencia?

Ahora bien, Netflix estrenará “Okja”, una de las películas en conflicto, en salas de Corea del Sur, lugar de origen de su realizador. Será, al parecer, un estreno limitado y simultáneo con el del streaming a través de la plataforma. Es más, para transar el problema con Cannes, Netflix propuso  una exhibición limitada de las películas en salas francesas por una semana, pero los exhibidores rechazaron la oferta.

Esas excepciones dicen mucho de la estrategia de Netflix: no elimina la posibilidad del estreno en salas, siempre que ello no le impida emitir por streaming. Lo que está, por cierto, en la línea de sus ambiciones. El próximo paso será apuntar a la candidatura de alguna de sus películas al Oscar, tratando de acomodarse al reglamento de la Academia, o forzando su modificación.   

La solución al problema entre Netflix y Cannes no está en manos de ellos. Está en los poderes públicos que deberán revisar el rigor de la ley francesa que posterga por años el streaming. Tendrá que encontrarse el equilibrio para decirle sí a la exhibición en salas pero reconociendo también la importancia creciente de las plataformas de streaming.

Ricardo Bedoya  

2 thoughts on “Netflix versus Cannes

  1. Lío de blancos por 2 películas en Francia… Lo que nos interesa es saber de qué manera pueden llegar las películas en competencia de Cannes a nuestra pobre cartelera y no solo una que otra a los festivales locales para ser vistas en una sola función. Queremos saber cuáles son las razones por las cuales las películas nominadas al Oscar sí entran y las de Cannes, Venecia o Berlín no. ¿Solo se debe a cuestiones comerciales de los distribuidores y las salas de exhibición, costo y beneficio? ¿Acaso es tan difícil marquetear las películas seleccionadas en tan famosos Festivales? ¿O hay algún veto de por medio expresado en cláusulas en los contratos con las majors hollywoodenses? Y si, en conclusión, no es rentable traer lo mejor del cine mundial como apuntaría la lógica en el caso del Perú, ¿acaso no hay alguna forma de que el Estado incentive o apoye su difusión tal como se está haciendo, aunque en forma limitada, con el cine nacional? Yo creo que hay formas de solucionar este problema, solo falta voluntad de cada ente que compone la cadena cinematográfica. Salvo que se crea que la única solución estriba en que los aficionados se suscriban a las todavía misteriosas y restringidas “plataformas digitales”, renunciando a la pantalla grande.
    A propósito, me preocupa la predicción de Bedoya de que el futuro del cine de autor o independiente sean dichas plataformas o medios como el streaming de Netflix ya que de acuerdo a lo leído sobre la disputa entre ésta y Cannes, las obras prácticamente no se podrán ver en las salas de cine y por lo tanto los Festivales locales como el Independiente y el Transcinema desaparecerán o se convertirán en retrospectivos o virtuales. Con lo cual la esencia del cine como séptimo arte ya no tendrá sentido.
    Cierro con una pregunta: ¿ Alguien me puede informar cuáles son y cómo me suscribo a las plataformas digitales?

    • Se dice que los “autores” tienen el futuro en el streaming porque Netflix actualmente ya ha recogido proyectos que eran rechazados por muchas productoras y han acabado convirtiéndose en éxitos. Ahora, esto ha sucedido con series, no me extrañaría que en el futuro pase más seguido con las películas. Netflix no sólo ofrece cobijo sino que da muchas libertades que Hollywood no da.

      Sobre cómo suscribirte a Netflix, solo basta con que entres a vía web o a través de un smart TV. El primer mes es gratis, si te gusta puedes adjuntar tu tarjeta y pagar mensualmente.

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