“Spider Man: De regreso a casa” es un “reboot” del personaje. Es decir, la historia de Peter Parker es narrada, una vez más, desde el inicio, eliminando solo algunos detalles ya demasiado conocidos, como la picadura famosa. O suprimiendo algo turbulento, como lo que concierne a los problemas de identidad del que se descubre con poderes inesperados.
La recarga de la franquicia tiene un blanco objetivo: un público púber dispuesto a celebrar este retrato eufórico del héroe adolescente. El chico de Queens, de pinta más bien esmirriada, es como tantos otros: va a una escuela que cumple las cuotas étnicas exigidas por la pauta de la corrección política y no puede dejar de admirar a la chica más atractiva del salón. Solo que, de cuando en cuando, se enfunda en la malla de arácnido para enfrentar delincuentes y atraparlos in fraganti.
Pero Peter Parker es también un soñador ambicioso y aspira a ser fichado por el grupo de los Vengadores (lo que significa una sustancial participación en las utilidades de las producciones Marvel). Sus méritos físicos, técnicos, morales (y empresariales) son evaluados por Tony Stark, más conocido como Iron Man, que, una vez más, aparece con los rasgos de Robert Downey Jr., convertido ya en la vera efigie de personaje de cómic: es difícil saber si sus rasgos son naturales o trazados, producto de los años o de los píxeles.
Lo mejor de este “regreso a casa” es, sin duda, su costado de comedia “teen”, algo cándida, pero colorida y con brío narrativo. Con romance, cruces enojosos del chico empeñoso y la chica guapa en los pasillos de la escuela, una fiesta con compañeros faltosos, salvamento al último minuto, aprendizaje, “bromance” y, por supuesto, cumplimiento de las tareas de Hércules en el camino del héroe hacia el reconocimiento de sus pares.
Una fortaleza es la aparición de un villano de verdad, con peso, carácter y presencia. Michael Keaton encarna a un buitre de mirada expresión perversa y mirada esquinada. La escena que se roba la película es breve y siniestra: tiene al héroe y a su enemigo conversando en un auto. El antagonista lo dice todo a fuerza de disimulo y matices en la entonación.
Lo demás ya lo conocemos. No se necesita de ningún “reboot” para saber que Peter se la pasará trepando y lanzando metros, y más metros, de seda de araña porque no quiere defraudar a nadie. Y estrenando dispositivos tecnológicos, como un manual de instrucciones de voz femenina y socorridos drones. Sus hazañas mayores son escalar el obelisco que recuerda a George Washington para salvar a un grupo en peligro, y sujetar con su telaraña a una embarcación partida por el medio. Picos de la acción filmados con ánimo casi festivo.
Ricardo Bedoya