Recibo la confirmación de la muerte de Federico de Cárdenas. Amigo cercano, compañero de cinefilia. No sé qué más decir.
Ricardo Bedoya
Recibo la confirmación de la muerte de Federico de Cárdenas. Amigo cercano, compañero de cinefilia. No sé qué más decir.
Ricardo Bedoya
Las veces que vi a Federico de Cárdenas en los festivales de cine desde hace años, son innumerables. Especialmente en la sala azul del CCPUCP. Siempre muy adusto y cuando empezaba la proyección, bastante concentrado y exigente con el público que interrumpe hablando o manipulando el celular. Y no pocas veces me tocó escucharlo al presentar una película o en un conversatorio demostrando su erudición cinematográfica. Y los domingos en La República era infaltable la lectura de su crítica. Hasta tal punto que muchas veces compré ese diario solo para leerlo. Era un clásico su reseña anual donde reiteraba casi con las mismas palabras su decepción por la cartelera comercial. Era una forma entre machacona e irónica, de defender la difusión del buen cine. Por esas razones lo vamos a extrañar. Pero para que su recuerdo no quede solo para los enterados, propongo que esa sala Azul cambie su nombre por el periodista y crítico de cine que murió prácticamente viendo una película.
A lo largo de su extensa trayectoria, Fico de Cárdenas ha sido forjador de muchas vocaciones cinéfilas gracias a sus críticas, certeras y didácticas, que hemos seguido cada domingo en La República, y también en revistas como Hablemos de Cine, La Gran Ilusión, y otras. También se animó a incursionar en la realización, en los años 70 dirigió los cortos “Valdelomar” y “Aquí vivieron” que bien valdría la pena rescatar, al igual que sus artículos que nos legó en vida. Mis sentidas condolencias a su familia y amigos.
Ricardo, con afecto y respeto te escribo para agradecerte por las lineas sobre cine y sobre las horas en la TV, ademas. Federico, primero, luego tu y, alli, de cerca, Chacho, me ayudaron mucho a ver de otras maneras lo complejo y tambien lo sencillo, a echarle otras luces a un habito que mi padre forjo en mi desde la infancia con el conocimiento de un enterado lego. Estoy muy triste, de veras. Solo le vi en tres ocasiones y hable con el en dos. Sus lectores hemos dialogado por años con el siguiendo u observando sus recomendaciones, sus filias, sus formas argumentativas, sus referencias culturales. Eso no tiene precio. Lo recuerdo a paso acelerado (como cumpliendo siempre una mision) y con un vocabulario preciso (y amable).
Definitivamente sera siempre un Hombre Quieto.
Martin Sanchez Padilla