Eduardo Antín, más conocido como Quintín, publica una artículo jugoso y polémico en la página argentina A Sala llena. Lectura indispensable.
Cito un párrafo: “Me parece que hay un universo de películas que comparten cierto desapego con sus imágenes, a las que organizan mediante procedimientos más o menos conceptuales y en las que se rompen algunas costumbres del cine anterior. Este post-cine no tiene personajes ni un espacio muy claro y su narrativa débil reúne fragmentos disjuntos. Es un cine que deriva en buena medida de las artes plásticas, de las que ha aprendido el arte de la cita y el blindaje contra la crítica, que no tiene como penetrar en sus códigos cerrados y arbitrarios. Es un cine para la era de los curatorial studies, es decir, un cine para la era de los programadores que es la actual.”
Ricardo Bedoya
Muy agudo y preciso el texto de Quintín, justo en tiempos en que se edifica una suerte de neo-estética con códigos y parámetros a la orden en el amplio universo de los festivales, muestras y cinematecas. Sin embargo, conviene establecer diferencias, pues estamos ante una oferta plural y así como Quintín señala tres obras destacables que vio en Mar del Plata (“Monrovia, Indiana”, “Classical Period” y “Terra Franca”), como expresiones, digamos no parametradas de un cine de programadores y curadores, hay otras más sin códigos cerrados y arbitrarios como algunas de las que Ricardo viene comentando en el Festival Transcinema. De cualquier modo, el tema requiere un debate más amplio.