Trato discriminatorio

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El maltrato parece haberse normalizado. Los defensores del libre mercado, que braman cuando se habla de cuotas de exhibición o se permite que el público ejerza su libertad para llevar su canchita a la sala, no dicen nada cuando las cadenas exhibidoras impiden que las películas peruanas puedan competir con las otras en cartelera. Una competencia desigual, por cierto, ya que el terreno nunca está parejo ni asentado para todos. ¿Quién puede competir con el marketing planetario que acompaña a un blockbuster? Pero, aun así, lo que necesita una película peruana es entrar al mercado teniendo, al menos, el mismo número de funciones diarias que los otros estrenos.

Y no se trata de tener los centenares de pantallas de “Avengers”, pero sí del número que requiera cada película, teniendo en cuenta su envergadura, su tipo de público, su propio perfil. El negocio cinematográfico no solo está concentrado por el poder que le dan a las distribuidoras las grandes películas que manejan, sino que se mueve por prejuicios que se arrastran desde hace mucho tiempo y se aceptan como verdades inamovibles. Es la letanía de siempre: “Las películas en quechua son veneno en taquilla”; “los documentales no venden”; “las película sobre “terrorismo” no las quiere ver nadie”.

¿Cuáles eran los pronósticos comerciales de “Wiñaypacha” y de “Retablo” antes de sus estrenos? ¿Cuánto esperaron antes de conseguir un turno de programación? ¿Cuál es el resultado obtenido al cabo de unas cuantas semanas de exhibición? ¿Ese resultado favorable llegó desde el primer día o fue producto de las recomendaciones de los que las iban viendo? ¿El “éxito” de esas películas logró quebrar prejuicios?

No, no lo logró. Las películas peruanas necesitan visibilidad y tiempo de exposición.

¿Cómo es posible que se programe una película de estreno solo en las funciones de 2 de la tarde y 11 de la noche, o solo en dos funciones nocturnas?

Eso es liquidarla, salir de ella, impedirle competir, condenarla desde el saque, anular cualquier posibilidad de que la película mantenga su permanencia en la cartelera. ¿Mercado igual para todos?

¿A quién le puede extrañar que, en esas condiciones, una película obtenga muy poca taquilla?

Siempre he dudado de la eficacia y de la pertinencia de un sistema como el de las “cuotas de pantalla”, pero mis razones tambalean ante los abusos reiterados y los tratos discriminatorios que han recibido esta semana “Los helechos” (en la foto) y “Prueba de fondo”.

Ricardo Bedoya

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