Lima alterna 2020: las películas que no se pueden perder

My Mexican Bretzel (2019) - Filmaffinity

 

El 18 de septiembre arranca la primera edición de Lima alterna, un nuevo festival de cine que, ojalá, tenga larga vida. Lo dirige Farid Rodríguez y es ambicioso en la amplitud de su programación y exigente en el carácter de las películas que presenta. Se podrá ver por la plataforma Cineaparte.

Aquí va una lista de los títulos más atractivos. Solo considero las que he visto, sin consignar recomendaciones ajenas. En sucesivos posts iré comentando otras películas.  

 

My Mexican Bretzel, de la española Nuria Giménez, es una de las mejores películas de este año. Es una original mezcla de falso documental, película de metraje encontrado, evocación histórica, melodrama hollywoodense, homenaje al cine de los años cincuenta y memoria de una estética perdida, la de los dramas amorosos de de John Stahl y Douglas Sirk. Lírica, amarga y evocativa. De las que no se pueden perder.

 

This is not a burial, it’s a resurrection, de Lemohang Jeremiah Mosese. Otra que no se pueden perder es esta película de Lesoto centrada en una madre que busca a su hijo y se convierte en abanderada de una causa colectiva. Pero no crean que el tono resulta militante y crispado. Por el contrario, se impone la observación serena, el compromiso emocional con el personaje y una estilización visual extrema, de notable preocupación plástica, pero sin caer en efectos embellecedores ni complacientes.  

 

Ghost Tropic, del belga Bas Devos, narra el largo recorrido nocturno de una mujer que se duerme en el metro y debe bajar al final de la línea. Su vuelta a casa es una suma de pequeños incidentes que lucen simples y cotidianos, pero que adquieren un aire de extrañeza inquietante.    

 

Ave rara, del portugués Vasco Saltão combina la aventura silenciosa de un cazador con una curiosa variedad de humor angélico. Hay crueldad y fantasía en esta fábula de poco más de media hora de duración que incluye querubines, fe religiosa, supersticiones y  afán de supervivencia.   

 

Ya no estoy aquí, del mexicano Fernando Frías de la Parra, es una de las mejores películas latinoamericanas de los últimos tiempos. El personaje principal se llama Ulises, vive en Monterrey y forma parte de un grupo llamado Los tercos. Ellos practican una modalidad de la cumbia llamada Kolombia, con K. Tocadas a un ritmo más lento, y bailadas con reminiscencias de las danzas aztecas, las cumbias colombianas se trasforman en singulares coreografías. Pero Monterrey no solo aloja a esta pacífica tribu urbana. También está golpeada por la presencia de pandillas de sicarios del narcotráfico. La violencia del lugar y sus propios conflictos interiores llevan a Ulises a partir hacia Nueva York. La película acompaña al personaje en su viaje y alterna dos tiempos del relato. El de su estancia en el barrio de Queens y el de su vida en Monterrey. En ambos sitios es un extraño. Su estilo de vida, su apariencia, su peinado, su conflictiva identidad y su condición de migrante hacen de Ulises un viajero extraviado.

Ya no estoy aquí no es una película sobre el narcotráfico que domina a México. Tampoco busca dar cuenta de la situación de los mexicanos en la gran ciudad. Es el retrato de un joven que intenta encontrar un lugar en el mundo, pero sin ceder a su forma de ser y de vivir. Al seguirlo en su recorrido, el director Frías de la Parra no solo registra los ritos de una comunidad de la contracultura urbana. Encuentra también a personajes muy ricos, como el de la muchacha china que se acerca a Ulises, o muy sugestivos, como el de la prostituta colombiana que conoce en una discoteca.

 

El tiempo y el silencio, del peruano Alonso Izaguirre, es una ronda de soledades que gira en torno de un tiempo perdido que parece recuperarse, pero que se desvanece sin remedio. Como los objetos del pasado; como ese proyector de 16 milímetros que se repara acaso para no tener ya ningún uso o tal vez sí: hacer las veces de la “magdalena” que evoque los recuerdos de una forma de ver cine que ya se extinguió. O como el interés por el mundo de Proust, confinado en el mundo académico, como lo explica el decepcionado profesor de un taller que no logra culminar con la lectura de Por el camino de Swann.

Las escenas iniciales del personaje que interpreta Manuel Siles en su periplo por los “caminos” de Jesús María (y no por el de Swann), son las mejores de esta película que recuerda en ese arranque al João César Monteiro, de “Va y viene”, lo que incluye un ojo pintado que nos mira. Luego, las acciones toman otro rumbo. Una primera película interesante.

 

La deuda, del argentino Gustavo Fontán, es otro título indispensable. Fontán es uno de los mejores –y menos conocidos, por desgracia- directores argentinos. Aquí filma la noche, las calles y las trayectorias de su protagonista, esa mujer urgida por devolver un monto de dinero, con la misma minuciosidad con la que mostró el mundo rural en una película tan notable como El limonero real, entre otras. Apostando a lo narrativo, Fontán mantiene un pie en el realismo y el otro en la abstracción.

 

MS Slavic 7, de Canadá, dirigida por Sofia Bohdanowicz y Deragh Campbell, es concisa y misteriosa. Trata de cartas antiguas que se hallan un archivo de la Universidad de Harvard. Lo demás son textos, trazos caligráficos, conversaciones, recuerdos. Una película que reivindica la belleza de las palabras, de sus sonoridades y entonaciones. Fantasmas que llegan de tiempos predigitales.

Ricardo Bedoya

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