Lima alterna 2020: Los actores, de Omar Forero

Los actores (Dir. Omar Forero) - Cinencuentro

 

 

Omar  Forero  (1969), es realizador  de  los largometrajes  Los actores (2006), El ordenador  (2012), Chicama  (2013), Casos complejos (2018), todos producidos en la región La Libertad. Sus películas muestran  la huella  de una personalidad distintiva.

La austeridad  en el empleo  de los recursos y el retrato de espacios geográficos y humanos acotados,  caracterizan  su cine: los encuadres son estables y prolongados; el sonido,  limpio; los actores, naturales, no repiten  los cánones  corporales o gestuales  dictados  por la interpretación naturalista. El registro de las acciones  tiende  a ofrecer una sensación  de continuidad en el presente, con alguna fuga hacia lo imaginario, como en Casos complejos. Los hechos  narrados  son escuetos  y las informaciones sobre los personajes, sus antecedentes y las circunstancias de las acciones, se reducen al mínimo, se desgranan de modo  pausado, o se suprimen.

 La contención es la marca del estilo de Forero. La influencia  del cine de Abbas Kiarostami —el de ¿Dónde está la casa de mi amigo? y La vida continúa — se hace patente.  Le interesa rastrear las huellas de lo natural y para ello apela a la tradición contemplativa y a las poéticas  de  lo irresuelto.  Se percibe  una  rústica aspereza  en  el registro de las existencias  cotidianas.

Sus películas  esbozan  retratos  de  seres  solitarios,  ensimismados,  afincados  en  espacios  particulares,  sean  urbanos  o rurales. 

En su primer largometraje, Los actores, acompaña el itinerario de cinco personajes agrupados en cuatro  historias  alternas.  Una pareja de estudiantes de teatro entabla  una relación amorosa;  un vigilante deambula, mientras cumple  sus rutinas  en soledad;  un  actor aficionado  se empeña en realizar una presentación en público  y lo logra; una mujer mayor recibe  el tratamiento  médico  para superar  una enfermedad.

Todos ellos mantienen tensiones  con sus entornos inmediatos:  con la ciudad  en la que  viven, con la familia o con la pareja.  Tensiones  manifiestas a través del tedio, como ocurre con el vigilante, del malhumor  de la mujer enferma  o de la frustración del actor amateur.  A ellos les agobia la experiencia del moroso  transcurrir  de las horas.

Los  espectadores compartimos paso  a paso  esas  atmósferas  densas. La vivencia de la normalidad no da tregua;  conduce a la frustración  de las expectativas  dramáticas y ofrece una sensación  de incertidumbre. Los intérpretes naturales  aportan una  corporalidad que  la cámara  registra sin hurgar en las intimidades:  solo representa acciones  que se repiten  de modo  insistente,  monocorde. Los personajes realizan  las acciones  mínimas que los relatos cinematográficos suelen obviar por su insignificancia.

El extrañamiento es la marca  de los personajes de Forero.  Son solitarios incómodos en  compañía de semejantes.  Para sortear  esa pesadumbre, buscan  alternativas  o practican  formas  de  resistencia.  Algunos  las encuentran en la simulación  y la representación teatral, como ocurre  con el “actor” que  lanza peroratas  contra  el tabaquismo ante un auditorio  escolar indiferente.  Otros caen en el mutismo  y se afirman en la marginalidad, como  el  vigilante.  Los  más  activos  y vitales  deciden intentar  la experiencia del tránsito por las carreteras.  Parten hacia otros lugares,  aunque no  tengan  derrotero preciso.  Son aventuras  mínimas, pero  esenciales,  que los afirman en sus convicciones. Al final de Los actores, la pareja se pregunta hacia dónde  conduce la vía que  recorre.  No existe más respuesta que la incertidumbre.

Pero  la huida  hacia  otros  lugares  no  garantiza  alternativas  seguras. Partir no  es apostar  por  la utopía  ni buscar  un  remanso  de  paz  o un reducto  “verde”. Es simplemente el  gesto  de  tranquila  ruptura  con  un medio  sofocante.

Ricardo Bedoya

 

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