“Godzilla” es el “blockbuster” más atractivo en lo que va de esta temporada de “tanques” de Hollywood.
Lo es, porque tiene la fuerza, más o menos rústica, y la capacidad de invención visual de las mejores películas de serie B.
El director Gareth Edwards no se conforma con ser un funcionario teledirigido por los productores: es un tipo que sabe lo que hace, disfruta con el cine, se entusiasma con el legendario personaje que debe resucitar, y es un creador de imágenes fuertes. Honra a Godzilla; le devuelve su nombre original –Gojira-; lo confronta con otras criaturas, tan guerreras como él; y le da un final de nobleza formidable.
La “salida de escena” del gran monstruo, es memorable, solo equivalente a la de King Kong.
Destacan en “Godzilla” las atmósferas de secretismo y conspiración oficial de la primera hora y las de destrucción indiscriminada de la segunda. Ellas son el marco para una historia más bien tópica, con un científico incomprendido con vocación de sacrificio, una familia desperdigada que se vuelve a juntar, como debe ocurrir en toda película sobre catástrofes, y con el aporte argumental acerca de una prueba nuclear de hace sesenta años que estuvo destinada a conjurar una amenaza para el planeta y no para provocarla. También hay referencias a las catástrofes reales del siglo XXI (desde el 11 de setiembre hasta el tsunami asiático de hace una década, pasando por el accidente nuclear de la planta de Fukushima), que los seres humanos no toman como lecciones. Pero esos lugares comunes son lo de menos.
Tampoco importa, claro, el inverosímil peluquín que lleva Bryan Cranston, ni que Juliette Binoche aparezca y desaparezca en un tris.
Se imponen, en cambio, las ráfagas de inspiración visual, esas imágenes que aparecen de modo fugaz, como destellos, concentrando sentido del horror, del espectáculo, y una belleza cinematográfica cierta: las luces de bengala que se elevan sobre el cielo de Honolulu mientras un breve y preciso movimiento de cámara descubre la presencia de una de las criaturas; la alucinada visión de los soldados que, en medio de la noche, ven llegar a un ferrocarril en llamas que avanza a toda velocidad (homenaje a una imagen semejante de “La guerra de los mundos”, de Spielberg); los pájaros que se estrellan sobre un vidrio mientras oímos sus graznidos; la cámara desplazándose para que veamos, casi a ras de la orilla, un río que arrastra los restos del “naufragio”; la niña que avanza para mirar la llegada del tsunami.
“Godzilla” derrota a todos los superhéroes.
Ricardo Bedoya
De acuerdo, yo salí gratamente sorprendido.
Ha rescatado la esencia de las peliculas de Godzilla hecha por los japoneses …. las vi de niño y me parecio retroceder en el tiempo!!!!