Estrenos peruanos recientes: Viejos amigos, Perro guardián, Secreto Matusita

No es que Ricardo Bedoya le esté quitando el cuerpo a los estrenos peruanos más recientes. Lo que ocurre es que está en plena redacción de un libro en que los comenta in extenso y por tal razón no lo está haciendo en el blog. Las impresiones que voy a emitir a continuación pueden o no coincidir con las suyas, pero en todo caso no pretenden remplazarlas. Son sólo mis impresiones.

 

Empiezo por Viejos amigos, que se puede considerar el último éxito comercial del cine peruano hasta la fecha, si contamos el inicio en el estreno de Asu Mare. Bien por la acogida, pero no estoy de acuerdo con la valoración favorable que he leído en algunas publicaciones. A lo sumo admito que es una película simpática, pero lo es desde una mirada complaciente y blanda que en nada corresponde a la que proyecta Mario Monicelli en Amigos míos, por ejemplo, con la que tiene algunas afinidades argumentales. Lo que en Amigos míos es sentido de la comedia en Viejos amigos es apenas un simulacro de humor a cargo de tres buenos actores (Enrique Victoria, Carlos Gassols y Ricardo Blume) que no han sido aprovechados en sus posibilidades expresivas, más allá del fraseo verbal de Victoria. Lo que en Amigos míos es evocación nostálgica, aquí es una apelación cómplice al pasado en un Callao que parece de estudio, en el que todo se percibe ascéptico y en el que muy , pero muy pocos peatones circulan por las calles.

Se podría contra-argumentar diciendo que los protagonistas viven una especie de ilusión pasatista, una suerte de sueño y que los símbolos chalacos, tanto los visuales (el Boys, el estadio Telmo Carvajo, el puerto, el local del Atlético Chalaco, etc.) como los musicales (Nostalgia chalaca, Vamos Boys…) contribuyen a esa “exaltación onírica”, pero igual en este supuesto, al que el relato no abona, se sienten las debilidades de una propuesta amable y superficial.

 

Perro guardián, en cambio, a pesar de no ser del todo lograda, está planteada con mayor rigor y eso no tiene nada que ver con el hecho de ser un drama, porque de por sí una comedia y un drama tienen las mismas potencialidades creadoras, aunque, y lo estamos viendo en las producciones de estos dos años, no es fácil hacer buenas comedias.  En Perro guardián se diseña un universo sórdido sin atenuantes. Todo en el relato está atravesado por la descomposición y no se salva nada, ni siquiera el personaje de la chica que, en todo caso, es el menos contaminado. Y eso es, todo en la película, desde la composición del encuadre, la tendencia a la inclinación, la acentuación de las líneas visuales , la iluminación en clave baja y los colores fríos, hasta el perfil moral (y en algunos casos también físico) de los personajes, apunta a la abyección. En ese panorama, la composición que ejecuta Carlos Alcántara es bastante convincente, con una modulación gestual y una parquedad verbal que mantienen a buen recaudo zonas interiores del personaje y, por cierto, un pasado que se oculta. No es muy convincente, en cambio, la incorporación del componente religioso, aún cuando no opere como un “transformador” del protagonista. La parte final se resiente de ese elemento agregado, un tanto forzado en la configuración del Perro, como si se hubiese querido llegar a un barroquismo (la música también pone lo suyo) que no se sostiene bien.

Finalmente, Secreto Matusita, emulación del “falso documental de terror” que se ha venido haciendo de manera creciente desde El proyecto de la bruja de Blair en Estados Unidos. Por lo pronto, que Secreto Matusita pretenda ofrecerse como un material sin editar es una impostura y no creo que a estas alturas sirva para nada, después de tantos Rec, Actividad paranormal y demás representantes de esta modalidad de horror que han habituado al público a un registro en el que las “reglas de la ficción” están claras. ¿Pueden algunos espectadores peruanos creer que lo que están viendo no está representado por actores?  No hay que ser demasiado perspicaz para observar que las actuaciones no son tan “naturales” como se pretende y que los puntos de vista  de la cámara no corresponden en muchos casos a las posiciones del camarógrafo o de las cámaras instaladas en techos. Además, tendría que haber una cámara absolutamente panóptica (que lo cubra todo) para que no se escape ninguna de las acciones significativas en el orden previsto en que todas están ordenadas.

Al margen de las consideraciones previas que de por sí no invalidan la película, estamos aquí ante una representación mimética, en una reproducción de lo conocido sólo que aplicada a la leyenda urbana probablemente más conocida de la capital. El mecanismo del susto y del sacudón y no la creación de una atmósfera perturbadora como en la uruguaya La casa muda. Actores aficionados que se desempeñan como aficionados. Recursos extraídos del amplio arsenal de efectos. La escena en la mesa con los platos con vísceras, por truculenta que sea, es tal vez la única que al menos insinúa, de manera gruesa, una imaginería escatológica que prácticamente no se ha visualizado aún en el cine peruano.

 

Isaac León Frías

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