Retrato peruano del Perú

 

Mañana, viernes 26 de setiembre, a las 7.30 de la noche, en el CAFAE- SE, Centro Cultural José María Arguedas, se pasará “Retrato peruano del Perú”, uno de los documentales peruanos más destacados de los últimos años.

Aquí va un comentario de Emilio Bustamante.

(Este texto fue leído en la presentación del  documental Retrato peruano del Perú de Sofía Velázquez y Carlos Sánchez Giraldo en el auditorio del Instituto Cultural Peruano Norteamericano de Lima, el 18 de noviembre del 2013).

El retrato pictórico, tal como hoy lo entendemos, nace a fines de la Edad Media con el ascenso social de la burguesía. En adelante, y durante siglos, el retrato sería un privilegio de las clases altas: ricos comerciantes, reyes, nobles y cardenales. Con la invención de la fotografía en el siglo XIX el retrato se democratizó. Sin embargo, el carácter de obra única del retrato fotográfico pintado (o retrato iluminado) siguió estableciendo una diferencia, una distinción. A lo largo del siglo XX y lo que va del siglo XXI, el retrato iluminado se ha vuelto de producción y consumo popular, aunque no ha perdido sus atributos de representación, distinción y trascendencia.

Retrato peruano del Perú documental de Sofía Velázquez y Carlos Sánchez Giraldo, filme ganador del premio a mejor película peruana en el 17 Festival de Lima (2013), tiene como tema –precisamente-  los retratos iluminados, es decir los retratos pintados sobre la base de registro fotográfico, cuyo principal mercado se encuentra hoy en día en sectores populares.

El filme recoge los testimonios de tres personajes: Miguel, pintor huaracino egresado de la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA) y propietario de un negocio de retratos en el centro de Lima; Eva, una joven también huaracina, aficionada al andinismo, que desea ser fotógrafa e investiga y recopila retratos de familias; y Johnny, peruano que vive en México, donde trabaja como intermediario comercial, recorriendo pueblos y consiguiendo encargos de retratos que manda a pintar en el Perú, y que le son luego enviados por servicio postal para que se los entregue a los clientes.

Los tres personajes -aunque trabajan por separado- dentro del filme representan, en conjunto, una especie de circuito del arte paralelo al circuito oficial de galerías, vinculado a lo popular. Eva personifica a la fruición y la investigación, Miguel a la realización, y Johnny a la venta. Pero Miguel, Eva y Johnny no solo son mostrados en sus quehaceres; también escuchamos sus reflexiones sobre la actividad que realizan, y sobre el concepto mismo del retrato.

La representación de sí mismo

Miguel dice que los retratos cumplen una función de satisfacer algo que necesita la gente que lo encarga: “un recuerdo o la memoria, o la belleza simplemente”. Añade: “El retrato te permite ver una imagen tuya tal como te imaginas ser o quisieras ser”. “La gente se mira al espejo todos los días -explica-, y se graba una imagen de sí misma en su mente. Y cuando manda a hacer el retrato es la imagen que está en su mente la que quiere ver retratada”. Eva tiene una opinión parecida: “En el retrato tienes que lograr que la gente se vea como ellos quieren”.

En efecto, en el documental vemos a Miguel y a Johnny recoger y atender los pedidos de sus clientes que se quieren ver representados con otro color de cabello, o con una joya o un traje distinto al que lucen en el retrato fotográfico. Quieren ser retratados como se ven a sí mismos o como quieren ser vistos. No desean aparecer representados por otro simplemente de la manera como el otro los ve, o captados neutral y anónimamente por una cámara fotográfica. Ejercen un control sobre su representación. Hay una muy clara conciencia de sí mismo, casi un ejercicio de ciudadanía en esa demanda.

La validez estética

Pero también hay una estética. Los tres personajes, al igual que los clientes, reconocen el retrato iluminado como arte; un arte que circula comercialmente fuera de las escuelas y galerías. Johnny dice: “Lo que yo les vendo es una obra de arte. Y eso es lo que le gusta a la gente. Saben que no están comprando una ampliación de una foto. Están comprando una obra de arte que va a lucir su casa”. Miguel relata que  la ENBA lo preparó para entrar al circuito del arte, de las galerías, pero admite que ese era un mundo ideal, que “pasando el portón (de la Escuela) no existía”. Miguel dice que el artista sale a un mundo real que no es menos rico que el del Renacimiento o el del Pop Art norteamericano; no ignora que los artistas del Renacimiento y del Pop Art también hacían retratos por encargo. Eva añade que el pintor no solo debe lograr que la gente se vea como quiere ser vista, sino que debe tratar, a través de su mirada de artista,  de mantener la “esencia” del retratado, “y a la vez mostrar algo que le pueda gustar a muchas personas más”.

El retrato es así un espacio complejo de encuentro de la mirada del retratado sobre sí mismo y la del pintor sobre él. Además, debe ser un objeto que sea reconocido como artístico por el público, y que –por lo mismo- otorgue estatus al retratado. La fotografía iluminada tiene el carácter de “obra de arte”, en un sentido tradicional, pues es única, a diferencia de la fotografía reproducible mecánicamente, pero también porque en ella interviene un individuo socialmente reconocido como artista que crea sobre la base de la foto original de acuerdo a convenciones artísticas.

Además, hay convenciones específicas del retrato iluminado que el artista debe respetar y que los clientes esperan hallar (posturas del modelo, planos, mirada frontal, uso de color), que hacen de este tipo de obra de arte uno muy codificado.

La memoria, la trascendencia, la historia

El retrato se halla vinculado a la memoria. El retratado aspira a ser recordado, a vencer –de algún modo- al tiempo y a la muerte; pretende la trascendencia. El retrato significa la inserción del retratado en la historia.

En el filme, Johnny, el vendedor, asegura a una clienta que el retrato que le está vendiendo es para siempre, y la clienta reflexiona que ese retrato seguirá existiendo cuando ella haya muerto. Más adelante, mediante un efecto de disolvencia, se ve cómo va desvaneciéndose la imagen de una familia que posa al lado de su retrato; el retrato permanece cuando la familia ha desaparecido. El marco pictórico que se coloca al final del filme, en varias tomas, a personajes en una calle de México, cumple la función de hacernos reflexionar cómo el retrato sustrae al modelo del tiempo y la multitud.  Al inicio del documental se escuchan los versos de una canción popular que dicen: “al cabo de algún tiempo se olvidan de mi nombre / y hasta de mi existencia”; el retrato iluminado –a contracorriente- dará fe de la existencia y se erigirá contra el olvido.

Eva define con precisión al retrato como “la imagen de alguien, la memoria de una persona que ya no está”. Dice que gusta descubrir en los retratos “la historia que esconden”. Esta historia que esconden puede ser una historia personal (Eva cuenta que al mirar el retrato de su padre se percata de que tiene mucho de él), pero también la historia familiar y colectiva: Eva misma se muestra interesada por retratos de familia en general, no solo de la suya. Afirma: “Me gusta la idea de buscar (retratos) porque así puedes encontrar tu propia historia a través de otra gente”. Es decir, encontrar la historia no solo de un individuo sino la de un grupo social, acaso la de una clase o la de una nación.

A través del retrato el individuo adquiere, pues, una representación de sí mismo, una identidad deseada, una prueba de su existencia en el mundo, su inserción en la historia, una defensa contra el olvido, una elevación de su estatus social, y la posesión de la belleza. El retrato iluminado se halla por consiguiente vinculado con la ciudadanía, la historia y la estética de los sectores populares emergentes, como se halló el retrato pictórico a la ciudadanía, historia y estética de la burguesía.

El retrato fílmico

Pero  Retrato peruano del Perú no es solo una película sobre el retrato. Es un filme que retrata. Hace el retrato fílmico de un pintor, una coleccionista, y un intermediario de arte, y también de modelos y clientes que posan ante la cámara de los cineastas; e invita no solo a la reflexión sobre la transición del retrato pictórico al retrato fotográfico y a la fotografía iluminada, sino a meditar en torno al retrato fílmico.

Como dice Jacques Aumont, si el retrato pictórico se funda en el instante, el retrato cinematográfico -en cambio- lo hace en la duración. El tiempo que transcurre en el retrato fílmico alude al proceso y a la transformación. Los retratados por Sofía Velázquez y Carlos Sánchez Giraldo son individuos que representan a un grupo social en movimiento, mutante, en permanente cambio, y la inclusión de sus voces, hace que se extiendan más allá de los límites de los cuerpos.

Velázquez y Sánchez Giraldo, miembros del colectivo Mercado Central, han elaborado antes retratos de artistas populares en sendos cortometrajes: un cineasta (Lalo Parra en El otro cine), una arpista (Laura Pacheco en Vine cargando mi arpa), y un pintor (Brus Rubio en Brus Rubio). Ahora hacen un filme sobre el retrato y retratan a un retratista, una admiradora de retratos y a un vendedor de retratos. Retrato peruano del Perú aparece así como un film construido de modo abismal. La mirada del abismo, lo sabemos, es la mirada sobre sí mismo. Los realizadores de Mercado Central no solo representan retratistas sino que, al hacerlo, se aluden a ellos mismos como retratistas fílmicos.

Las películas de Velázquez y Sánchez Giraldo son reflexiones de artistas (ellos lo son en cuanto cineastas) sobre otros artistas, y sobre el arte que se halla fuera del circuito de élite, pero también originan interrogantes respecto a su propio oficio, ubicación y circunstancias. Me pregunto,  ¿dónde se ubican Sofía Velázquez, Carlos Sánchez Giraldo y Mercado Central?, ¿en el circuito de élite?, ¿en el circuito popular? ¿En sus películas retratan a los otros desde su posición privilegiada de artistas de élite, o son sus filmes espacios de encuentro de miradas como lo es el retrato iluminado? ¿Son pop o populares? ¿Se hallan al medio o son mediadores? No tengo las respuestas, pero la capacidad que tiene Retrato peruano del Perú para motivar este tipo de preguntas acrecienta su interés.

Emilio Bustamante

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