50 sombras de Grey

 

Lo mejor de “50 sombras de Grey”  es la presencia de Dakota Johnson, en el papel de Anastasia. Tiene la vivacidad de la que carecen todos y cada uno de los elementos que conforman este catálogo de imágenes satinadas.

 Porque esta película está hecha para hojear como si fuera una revista de decoración de interiores.

La iluminación es fría y pareja; los encuadres, acicalados y simétricos; la composición busca el lucimiento de los espacios y el mobiliario. Los personajes son piezas de la utilería.

El erotismo prometido en una relamida exhibición de posiciones calcadas de algún manual de gimnasia y escenificadas como en ralentí. Hasta los anémicos vampiros de “Crepúsculo” resultan más insinuantes.

El “amo” Grey, más que incitante, resulta relajante. La culpa hay que cargarla en la cuenta del actor Jamie Dornan, un perfecto muñeco de torta.

No extraña la pacatería de una película como esta en el panorama del Hollywood aséptico de hoy.  Por el contrario, es casi un emblema de lo que está ocurriendo.

¡Y pensar que en los años setenta y ochenta se hicieron “Gigoló americano”, “Buscando a Mr. Goodbar”, “Cruising”, entre otras notables películas sobre comportamientos sexuales “diferentes”!

 

Ricardo Bedoya

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