“Poseídas”, de Sandro Ventura, tiene solo un momento que llama la atención. Uno de los personajes oye que alguien llama a la puerta que tiene al lado. Cree que es uno de sus compañeros. De pronto, empiezan a sonar golpes en la puerta que está en el otro lado. Y luego en las dos puertas al mismo tiempo, mientras la cámara panea en desconcierto.
Ojalá la película tuviera otros momentos semejantes. Pero no. La historia de los estudiantes que llegan a una casa hechizada y desaparecen es quebrada por dos líneas narrativas adicionales: la del periodista televisivo y el policía que buscan pistas en el lugar, y por el testimonio de una de las supervivientes en un programa de televisión.
Esas líneas buscan aclarar lo que el relato principal confunde. Mientras los cinco estudiantes pasean por la casa de los sustos, sin brújula narrativa, dando pasos cada vez más confusos, la superviviente aparece en el set de televisión acosada por un entrevistador que intenta poner en limpio el borrón del miedo. ¿No es verdad que esto fue así o asá?, interroga Sánchez Patiño, explicando la situación que acabamos de ver. El vocabulario del terror viene con diccionario incluido e intérprete oficial. Cada miedo con su explicación. Horror para dummies.
Hasta que llega el cuco que se traga todo. Un recurso liquidador del guion.
Ricardo Bedoya