¿Política estatal o dirigismo cultural?

Antes de seguir leyendo este post, revisen dos artículos.

Primero,  el de John Campos Gómez: http://peru.otroscines.com/2015/tres-cuestionamientos-a-proposito-del-concurso-nacional-de-largometraje-de-ficcion-y-demas/, publicado en Otros cines Peru.

Luego, el aparecido en un blog llamado El montonero: http://elmontonero.pe/politica/2015/05/filme-antiminero-con-apoyo-oficial/

A primera vista son textos antagónicos. Todo parece separarlos, sobre todo el punto de vista ideológico.

 Sin embargo,  mantienen una coincidencia esencial: su requerimiento de un estado interventor, controlista, esclarecido, tutor, que se haga cargo de señalar las “correctas” orientaciones del cine peruano.

Comparten la misma –y muy vieja y temible- vocación por el comisariado político y la regimentación estética.

El texto sobre Hija de la laguna  dice: “Nadie pretende que Cabellos sea censurado, él es libre de producir y exhibir lo que quiera. Lo inadmisible es que el estado lo patrocine a sabiendas que sus filmes contribuyen a sustentar la narrativa antiminera plagada de mentiras que explican la violencia que hemos visto en Tambogrande, Bagua, Pichanaki, Antapaccay, Conga, Islay, etc., y que ha ocasionado tanta muerte, destrucción y empobrecimiento.”

Ignora el autor que el estado no subsidia nada ni puede dictar consignas a los cineastas. Que existe un régimen legal genérico que pone en manos de jurados independientes la decisión de premiar un proyecto de largometraje para su producción o para facilitar la distribución de una película ya terminada.

Esa participación de un jurado, que media entre la voluntad promotora estatal y las expectativas de los cineastas- evita que el estado decida recompensar a su libre arbitrio, solo teniendo en cuenta sus afinidades ideológicas o preferencias de cualquier tipo.

El artículo de Campos sobre el concurso de proyectos cinematográficos de largometraje en curso va más allá.

Aunque su redacción es confusa[1], se pueden sacar en claro dos propuestas.

  1. Que debe excluirse o limitarse la participación del concurso general de proyectos convocado por DAFO a los cineastas veteranos o experimentados (con más de 4 o 5 películas hechas), o discriminar los premios, estableciendo cuotas para noveles y para “viejos”.
  2. Que Dafo señale  una nueva “política editorial”. Campos dice “Considero que es fundamental apostar por una política cultural que marque el camino de lo que se quiere para el escenario artístico peruano en cuanto a lo cinematográfico”.

Estoy en desacuerdo con las dos propuestas. Sobre todo con la segunda.

Pero vayamos por partes.

Es verdad que la política de estímulo estatal debe ser amplia, flexible y mantenerse interesada en estimular la creatividad, pero eso no se logra imponiendo límites a la participación de los cineastas ni cuotas.

Las políticas de estímulo estatal al cine existen aquí, y en cualquier otra parte del mundo, con el fin de allanar dificultades de producción y financiamiento que, a estas alturas, afectan a debutantes y veteranos por igual.

Y se sustentan en normas legales que benefician por igual a los cineastas, sin discriminar por razones de experiencia personal  o por la calidad de sus trabajos previos.

Si DAFO convoca a un concurso general, pues es justamente eso. Un concurso para todos.

 El argumento que los cineastas veteranos tienen un “capital simbólico” que puede apantallar, sofocar o maniatar a los miembros del jurado es insostenible.

 Podría ocurrir exactamente lo contrario: que el jurado piense que un veterano no necesita de esos recursos y prefiera a los “nuevos”.

El sistema de jurados es, en un sistema de promoción como el peruano, el único modo de garantizar que la voluntad política del que suministra los recursos para los premios –el estado- no imponga su voluntad  ni sus criterios.

La decisión de cualquier jurado puede –y debe- ser criticada sin reparos y, acaso, sin piedad, pero teniendo plena conciencia de que es irreversible.

Ahora bien, no solo es necesario, sino imprescindible, que DAFO promueva la novedad y hasta la disidencia. Pero no a fuerza de exclusiones.[2]

Eso se logra convocando concursos con objetivos específicos: la promoción de “primeras obras”, de cintas experimentales,  de  documentales en todos sus posibilidades y variantes, o como se quiera.

Pero manteniendo como un eje central los concursos genéricos, abiertos, convocantes y para todos.

Pero lo que resulta  ambiguo en el artículo de Campos es el pedido de “una política cultural que marque el camino de lo que se quiere para el escenario artístico peruano en cuanto a lo cinematográfico.”

Pienso que una política cultural cinematográfica solo debe sustentarse en la convicción de que el estado tiene la obligación de crear y mantener los mecanismos que permitan la existencia de una actividad creativa y cultural como el cine. Y nada más.

Marcar el camino de lo que el estado quiere para el cine –o lo que quiere que el cine sea-  es indeseable.

Lo único que produce esa “marcación de lo correcto” es dirigismo cultural. Y supresión de la diversidad. Que es un modo de censura.

¿Y qué es lo “correcto” para el cine peruano? ¿Quién lo decidiría?

¿Acaso un funcionario, un cura, un árbitro del gusto, un hipster siempre conectado, un esnob ansioso por señalar tendencias, un aristócrata de lo transcinemático, un censor de todo aquello que no le parezca ajustado a las reglas de la modernidad?

No, gracias.

Quiero terminar afirmando algo que tal vez pueda parecer “incorrecto”: pienso que el estado también debe considerar en los concursos a proyectos de pretensiones comerciales. Proyectos serios, no mercenarios. Cintas de género y de entretenimiento, que atraigan al público de las multisalas de un viernes o sábado por la noche. No olvidemos que el cine siempre fue –lo es aún-, entre otras cosas, un espectáculo y un pasatiempo popular. Ese es uno de los motivos de su fuerza y centralidad en la cultura de los últimos 120 años.  

Ricardo Bedoya

 


[1] Este párrafo dice y se desdice en pocas líneas: “Y con ello no hablo de comparar cualidades cinematográficas de los realizadores en cuestión. Eso es otro asunto que merece un detallado capítulo aparte. El problemático asunto va por la falta de oportunidades de calidad para todos quienes hacen y quieren hacer películas en este país”.

¿Es o no un problema de calidad, y si no lo es, cuál sería entonces el motivo de excluir a algunos cineastas de los concursos? ¿Su edad? ¿Su experiencia? ¿Qué significan las “oportunidades de calidad”?

[2] DAFO erró, sin duda, al publicar un catálogo del cine peruano sin incluir a las películas no estrenadas en multisalas. Excluyó a la mayoría. Pero eso no puede dar pie a calificar como mercachifles a los cineastas que estrenaron sus películas en las salas comerciales. ¿No es legítimo acaso asumir la realización cinematográfica como un proyecto profesional y redituable? Que una película sea fallida desde el punto de vista expresivo, o que no se ajuste a las exigencias estéticas de alguien, no convierte en mercachifles a sus responsables.  

3 thoughts on “¿Política estatal o dirigismo cultural?

  1. Ricardo Bedoya se refiere a mi post “3 cuestionamientos”:

    Mi idea inicial era no extenderme con este comment, pero no me salió. Lo siento, estimado lector, pero confío en que le dará una mirada.
    Mejor empezamos:

    1. En ninguna línea de mi post sugiero excluir a los ‘viejos’ para allanar el camino a los jóvenes de cara al concurso en cuestión. Más bien, anoto: “De los 6 premios que se entregan, una repartición, a primera vista justa, podría ser: 3 para experimentados y 3 para noveles”.

    Excluir, no; administrar los premios, sí.

    Aunque una mucho mejor idea sería la de convocar un nuevo concurso para cineastas noveles, que otorgue 3 premios del mismo monto (S/. 550 mil) que el concurso de largometrajes de ficción original. Así, entre ambos concursos se repartirían los 6 premios grandes que el plan de concursos de la DAFO estipula.

    Por otro lado, a Ricardo Bedoya le parece insostenible mi argumento del “capital simbólico” que tienen algunos cineastas en el medio, pues a mí no. Indudablemente. Además, le faltó añadir que me refería a la hipotética conformación de un jurado con miembros “no muy entrenados” (en su bagaje cinematográfico) “ni enterados” (de la escena local en todos sus niveles), como pueden ser respetables personalidades de distintas áreas de la cultura a quienes se les suele invitar para los concursos que convoca la DAFO.

    Una prueba: Las elogiosas opiniones de varios nombres distinguidos del arte y la política peruana acerca de la muy fallida Cuchillos en el cielo, de Alberto Durant. Muy ilustrativo post, por lo demás:

    https://www.facebook.com/CuchillosEnElCielo/posts/162878687193240

    2. Más adelante, Ricardo Bedoya, manifiesta: “Ahora bien, no solo es necesario, sino imprescindible, que DAFO promueva la novedad y hasta la disidencia”. Bueno, ese es uno de los puntos principales de mi post con el que pensaba que Bedoya disentía. Al parecer no. Luego, concluye el párrafo aclarando: “Pero no a fuerza de exclusiones”. Nadie las pidió, al menos yo no, reitero.

    Con lo que sí estoy en completo desacuerdo es que la promoción de “la novedad y hasta la disidencia” sea el objetivo sólo de concursos menores, como si se convocaran solo para cumplir una cuota de diversidad y no fueran de central interés. A eso me refiero con la falta de oportunidades ‘de calidad’ para cineastas de distintas miradas y búsquedas.

    Vuelvo a mi idea de un nuevo concurso para cineastas noveles del que estaría bueno conversar. Por supuesto que no necesariamente todos los cineastas nuevos hacen o suscriben cine de vanguardia o de corte más autoral, pero sí tenemos certezas de que los cineastas peruanos más experimentados que continúan en actividad no consiguieron mayores logros expresivos en sus dilatadas carreras. Creo que asfaltar esas dos rutas en paralelo nos aclararía mucho el panorama en un plazo muy corto.

    3. También estoy en desacuerdo en que una política cultural funja sólo como garante de la existencia de los concursos y de lo que gira alrededor de ellos. Es más, eso no se está aplicando a la realidad. La DAFO sí ha toma posición -una poco representativa de todo el cine nacional-, con la que discrepo. Y lo ejemplifica el catálogo de cine peruano donde solo se consignan estrenos comerciales, además de las declaraciones del director de la oficina cinematográfica en medios internacionales, donde se resaltan las cifras más que otra cosa. Yo creo que el cine peruano es más amplio (Extirpador de idolatrías, 5, Una semana con pocas muertes, Zoom, Blasfemo, Microbús, más un largo etcétera) y me parece reprochable que ‘oficialmente’ ello no se reconozca. Incluso lo considero contraproducente si lo que se quiere es proyectar una imagen variopinta del cine hecho en el Perú.

    Por parte del Estado, el cine peruano se está conduciendo hacia un lado y creo que todos quienes lo habitamos ya lo hemos advertido. Otra cosa muy distinta es estar de acuerdo o en desacuerdo con esa directriz.

    La DAFO es una institución estatal, no una oficina que solo ocupa un sheriff. Es por ello que los asuntos expuestos podrían conversarse entre todas las partes involucradas. No hace falta un comisario del buen gusto u otro que lo reprima, pero sí es preciso un llamado a que todos esos gustos confluyan a través del diálogo. Pero que ese diálogo cruzado se traduzca en decisiones efectivas: concursos, premios, espacios.

    No sé por qué Ricardo Bedoya dedujo que mi post hacía un llamado a cruzadas individualistas. Y pues no, no necesitamos ni hípsters ni snobs, que ellos no saben operar. Tampoco árbitros ni académicos recontraconectados. Qué va. No obstante, sí emplaza a todos los que nos interesa y alude el asunto, que no somos pocos.

    Y paso de ser un aristócrata de lo transcinemático, no soy de los que ve las cosas desde un balcón ni mucho menos vivo en una esfera aburguesada. Debe ser feo eso. Ya como agente, soy bastante feliz.

    4. Que el cine sea un espectáculo y pasatiempo popular –en parte, porque su naturaleza es más compleja- ha sido la transparente excusa de los mercenarios para acercarse a él.

    Al día de hoy, es indudable que el más reciente cine chapucero (Asu Mare, Macho peruano que se respeta, El pequeño seductor, y se vienen más) ha sido muy bien recibido por el público (objetivo único de sus hacedores) por lo que seguirá haciéndose. Eso seguirá su propio cauce.

    Ahora, de haber concursos de cine de género y entretenimiento, ¿quién decidirá si son proyectos serios? El jurado no se convoca solo. Entonces, será la DAFO, con la ayuda de algunos gremios, quien haga el llamado de los más aptos evaluadores para reducir al mínimo la posibilidad de gazapos. Una línea que oriente los objetivos.

    Pues bueno, eso mismo es lo que pido para los demás concursos. No mucho más.

  2. Muy de acuerdo con lo que dices. Sólo una cosa más a destacar: tu valentía al aventurarte en ese “blog”, cloaca que funge de refugio a lo más troglodita y retrógrado de la derecha peruana.

    Un saludo

  3. Hablando de los concursos del DAFO y la falta de apoyo a los productos realmente arriesgados e innovadores, en su balance del año pasado, Campos aseguró que su película peruana favorita fue Mecanismo Velador, pero cuando él fue presidente del jurado de obras experimentales el año pasado prefirió premiar otras 6 obras limitándose a darle una inútil mención honrosa. Una pena porque efectivamente Mecanismo Velador fue la mejor pela peruana del 2014. ¿Por qué nadie comenta esta clase de incoherencias que evidencian el doble discurso del supuesto defensor del verdadero buen cine peruano?

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