La vida de alguien, del argentino Ezequiel Acuña, bien pudo estar en la sección competitiva de ficción. Es bastante mejor que Paulina. Y se le opone en todo.
Si Paulina quiere plantear los grandes dilemas de la vida y la muerte, La vida de alguien solo cuenta una historia mínima de amistades que se reencuentran, amigos que se evocan y relaciones amorosas que se construyen en silencio y con timidez.
Si Paulina proclama y busca el debate, La vida de alguien se mueve en un tono menor de acento melancólico e invernal. Si Paulina nos pone como testigos –o jueces y, acaso, fiscales- de una decisión ética inapelable, La vida de alguien nos convierte en oyentes de unas cuantas canciones de talante lánguido y tristeza profunda.
Si en Paulina los enfrentamientos de los personajes intentan ser dramáticos, conceptuosos y decisivos, en La vida de alguien, los personajes se mueven con paso inseguro y hablan con una naturalidad que incluye el balbuceo.
Ensimismada y sensible, La vida de alguien confirma el interés de las películas de Ezequiel Acuña, director de Nadar solo, Como un avión estrellado y Excursiones.
Ricardo Bedoya