Ronald Portocarrero es un veterano en las lides cinematográficas y audiovisuales. Empezó haciendo ayundatías (en La muralla verde, por ejemplo) y también incursionó en la actuación (se le puede ver en Yawar Fiesta)y luego dirigió una amplia producción videística y un apreciable cuerpo de cortos y mediometrajes. No llegó al largometraje en tiempos más duros, pero en cambio desarrolló una abundante experiencia docente. Y, además, escribió por un buen tiempo en la revista Oiga y en otras publicaciones. En años recientes lo ha venido haciendo en el diario Uno. Más que críticas, que también ha redactado, Portocarrero se especializó en la elaboración de crónicas sobre directores, actores y temas diversos asociados al cine, sin excluir entrevistas y otros materiales escritos.
Parte de esa experiencia periodística se ha volcado en un libro de reciente aparición, “Crónicas de cine, amor y otras ficciones” que, a despecho de su título, está dedicado exclusivamente al cine o, habría que decir mejor, también al amor y a las ficciones que el cine recrea y motiva.
Con una prosa sencilla y a la vez elegante, pero sin florituras de ningún tipo, Portocarrero divide el libro en siete partes: Divas y misas; Héroes y villanos; Amores célebres; Directores; Cine latinoamericano; Cine peruano; Escritores y el cine. No hay uno solo de los textos que no se lea con agrado e interés, pues el autor le confiere a todos ellos una capacidad persuasiva que hace que uno se quede con las ganas de leer más de lo escrito. Sin embargo, se trata de notas periodísticas, de crónicas propiamente dichas, y no de ensayos, y allí reside el valor principal de esta antología: la suficiencia sintética de un conjunto de apuntes bien elaborados en torno a un actor, un director o una película.
De particular interés, pese a su brevedad, es la entrevista que Portocarrero logró hacerle a Dennis Hopper cuando estuvo de paso por Lima en dirección al Cuzco para la filmación de The last movie, esa película ‘maldita’ que dio tanto que hablar antes y durante su filmación y que no tuvo distribución internacional en salas de cine, pues la Universal no lo permitió, y que en los últimos tiempos se puede ver en videos de buena calidad. Fue una de las escasas entrevistas concedidas por Hopper, más bien reacio a hacerlas en esos tiempos en que el alcohol, la droga y la juerga con los amigos tomaban una parte importante de sus días.
Hay que destacar, finalmente, la magnífica edición de Sinco Editores. El diseño y la abundancia de fotos (incluso algunas en color) lo convierten en el libro de cine más vistoso que se haya publicado entre nosotros, junto con “Ilusiones a oscuras”, de Víctor Mejía. Y en su línea, no un trabajo de la envergadura del libro de Mejía sobre la evolución arquitectónica de las salas de cine, sino un conjunto de ensayos, es sin duda el más atractivo visualmente en el conjunto ya no tan escaso de libros de cine peruanos.
Isaac León Frías