Encadenados

En “Encadenados” nadie canta ni baila, pero la película tiene un aire musical mucho más nítido que el que luce “Locos de amor”. Parece acompañarla una melodía triste, asordinada. Como un lamento.

En ese compás relajado los personajes encuentran sus modos de andar. Deambulan, con gesto laxo, como fantasmas.

Lo más logrado de la película de Miguel Barreda es ese tono lánguido, como amodorrado, que acompaña a esta ronda de perdedores. Personajes que entregan la posta de sus fracasos a otros, más jodidos que ellos,  que dan vueltas en círculos sin tener a dónde ir.  Recorren una Arequipa anónima, nocturna, de ambientes saturados, paredes descascaradas, interiores sórdidos  y afeada modernidad.

Barreda afirma un estilo visual y crea una atmósfera penetrante que supera el pie forzado de la construcción dramática. El tipo de monólogo cambia de un personaje a otro: es el soliloquio de alguno, el discurso de la conciencia, la confesión, la memoria evocativa, el “rollo” narcisista de macho de cantina. La palabra impulsa la acción, pero a veces la traba o la sofoca: cuando se hace discursivo y “filosófico” y se torna demasiado consciente de sí mismo. O cuando roza el patetismo (el monólogo del taxista), o quiere marcar la mirada crítica ante la desigualdad social o la prepotencia clasista (el empresario vengador)

Los mejores pasajes son aquellos en los que no despunta conflicto evidente (aunque esté ahí, latente, esperando manifestarse) y la cámara se detiene a observar a los personajes y sus recorridos por espacios que conducen siempre a los mismos lugares: se recuerda alguna contrastada alegría pasada (la historia de la niña Clarita) o se fanfarronea como compensación a una realidad miserable: la intervención de Gino, encarnado por Enrique Casella Díaz del Olmo en la mejor actuación de la película, junto con la de Norma Martínez.

Nada que ver con los referentes cinematográficos mencionados por muchos y por el propio Barreda: González Iñárritu y epígonos. Aquí no hay ninguna exhibición audiovisual virtuosa, ni dolor globalizado, ni complacencia en la debilidad humana, ni casualidades dramáticas que organicen el sufrimiento universal. En esta balada triste, hay una mirada fría, sin adornos, sobre un grupo de perdedores que nos dejan asomar, por un momento, en sus intimidades.

Ricardo Bedoya

 

One thought on “Encadenados

  1. Es realmente penoso que una película del interés que tiene Encadenados se haya visto en Lima apenas unos pocos días en la sala azul del Centro Cultural PUCP.

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