“Depth Two”, del serbio Ognjen Glavonic,  documenta el hallazgo de un crimen masivo de ciudadanos de origen albanés durante la guerra en Kosovo. Mientras la OTAN bombardea Belgrado, las tropas serbias cometen crímenes que son, para Glavonic, episodios irrepresentables. No puede dramatizarse aquello que excede la imaginación. Es la naturaleza de lo obsceno.

En la imagen vemos paisajes, lugares desolados, carreteras, tumbas. Nunca rostros.

En la banda sonora, las voces de testigos, víctimas y victimarios, urden una trama de descubrimientos: el hallazgo de un camión repleto de cadáveres lleva a más horrores.

Es el hilo de una pesquisa, pero narrada con frialdad en los tonos y neutralidad en los acentos y entonaciones. El contraste entre el relato congelado y su contenido desmonta la emoción y deja al margen el afecto surgido de la compasión de los espectadores. Solo queda la memoria filtrada, pasada por los tamices de los expedientes judiciales, de los testimonios ante la Corte de La Haya, o el relato de esos seres fantasmales que llegan del pasado para aportar las referencias de lo ocurrido.

En los minutos finales, las imágenes cambian de naturaleza. Ya no vemos esos escenarios naturales de belleza contaminada por los espíritus de los allí murieron;  las imágenes nos remiten a lo elemental, a lo subterráneo. A lo que germina y se transforma. A lo que brota y tiene que salir hacia la luz.   

Ricardo Bedoya