“Le Moulin”, de  Huang Ya-Li, retrata la movida literaria vanguardista surgida en las primeras décadas del siglo pasado, con la isla bajo control japonés, extendiéndose hasta las consecuencias de la II Guerra Mundial y la ocupación china. Tiempos en los que culmina una era dorada de la vida intelectual de la región. Actividad marcada por la influencia de la cultura francesa, el culto al movimiento surrealista, entre otras vanguardias literarias y pictóricas, y por un impulso vital que el filme evidencia.

La película construye una historia a partir de los textos dejados por una generación de poetas y escritores que encuentran en la literatura una forma de intervenir en la realidad social para transformarla. Los poemas que aparecen la pantalla se intercalan con reconstituciones de diálogos y acciones de los personajes mencionados en el filme, representados por actores a los que nunca vemos el rostro. Son presencias siempre activas y en tránsito:  revisan libros, escriben. Las imágenes valorizan los objetos: papeles, recortes, hojas de diarios, fotos ajadas. Ellos son manipulados por esos seres a los que vemos en sus acciones fragmentadas, como si se repitieran y estuvieran  fijadas en un tiempo extendido. Personajes que aparecen como fantasmas atrapados en un limbo atemporal.

“Le Moulin” mezcla la dimensión de lo político con la de lo personal; lo social con lo íntimo. La puesta en escena alterna tiempos e imágenes, tratando de recrear el ímpetu y la euforia de una época de efervescencia creativa que se extingue como consecuencia de conflictos sociales que van dejando huellas y acabando con los sueños de cambio. La película es la elegía de ese impulso creativo que se extinguió.

Rodrigo Bedoya 

Esta nota modifica la redacción de la que se publicó en abril pasado con motivo del BAFICI.