Bullying maldito, por Emilio Bustamante

La película ayacuchana Bullying maldito, escrita y dirigida por Mélinton Eusebio, acaba de ganar el premio a mejor largometraje de ficción regional en el III Festival Nacional de Cine de Huánuco. El año pasado se estrenó en Ayacucho, congregando a una gran cantidad de público. Aquí un comentario sobre el filme.

 

Bullying maldito[1]

María es una adolescente, de un medio rural, a quien le llega tarde su primera menstruación. Presa de la ignorancia, experimenta las transformaciones de su cuerpo como algo monstruoso. Su timidez, fortaleza física y preferencia por los juegos “masculinos” la apartan de las chicas y la hacen víctima de burlas y maltratos de los chicos. Sin embargo, María se impone en el colegio destacando en fútbol y golpeando públicamente a Aquiles, el  líder de la pandilla de escolares que la atormenta. Pero Aquiles tratará de vengarse, y la retará a una nueva pelea, a solas.

El filme tiene un excelente inicio. María experimenta su primera menstruación mientras se baña en el río: una mancha roja parte del medio de sus piernas abiertas y empieza a extenderse por el agua ante su desesperación. Aterrada, sale del río, pero unos estudiantes le han robado su ropa, se burlan de ella y huyen. María cruza un puente desnuda, corriendo y llorando, mientras una cámara la sigue en travelling, plano general  y ángulo picado. Atraviesa un camino con tunas (la cámara la acompaña en plano entero y travelling lateral), se tropieza, cae y grita;  el plano de detalle que sigue,  de una espina clavada en uno de sus pies, enfatiza el dolor. Mientras María camina cojeando en una zona boscosa, un movimiento de grúa nos revela que en las copas de los árboles se esconden los muchachos que la acosan, como alimañas listas para caer sobre su presa.

Las secuencias mencionadas contienen evidentes referencias fílmicas que acreditan la cinefilia de su director: la primera menstruación traumática remite a Carrie (1976) de Brian De Palma, y el agua ensangrentada a I Spit On Your Grave (1978) de Meir Zarchi; la huida de la chica desnuda parece aludir al remake de I Spit On Your Grave (2010) de Steven R. Monroe, la grúa empleada es casi una convención en películas bélicas para mostrar a los soldados enemigos que aguardan el paso de las patrullas. Sin embargo, Mélinton Eusebio lleva esas referencias a nuevos escenarios y dimensiones; son solo un punto de partida para lograr imágenes memorables cargadas de nuevos significados. Así, la adolescente que tiene una menstruación tardía es vista no en un medio urbano angloamericano como Carrie, sino en uno rural y andino, y la imagen vaporosa y en ralentí de las duchas escolares es reemplazada por la más impactante de unas aguas naturales cristalinas que empiezan a teñirse de rojo. De igual modo, la huida de la muchacha desnuda por el puente de I Spit On Your Grave (2010),  se dramatiza aún más (pese a que en este caso María no ha sido violada como el personaje de aquel otro filme) por el ángulo, el plano y la cámara aérea que abisma y acosa a la protagonista.

Es verdad que Eusebio no logra mantener el nivel de las primeras secuencias. Incluso, hay una falta de causalidad evidente cuando incrusta una secuencia de Aquiles y otros colegiales jugando a la botella borracha en lugar de continuar con la acción del personaje orientada hacia su venganza anunciada en la escena anterior. No obstante, el filme comprende otras imágenes poderosas, como aquella en la que María, después de haber descubierto el crecimiento de vellos sobre su labio y  barbilla, se araña el rostro para extirparlos hasta llagarse, o, sobre todo, el plano de la joven sentada en el suelo fuera de su casa, llorando desconsolada, mientras se embadurna el cuerpo (y en especial sus genitales) con estiércol de vaca. La larga escena de la pelea final entre María y Aquiles está muy bien filmada, y el empleo recurrente de cantos andinos con agudas voces femeninas, aumentan la sensación de sufrimiento y crispación de la protagonista. La ambientación de la historia en el campo es verosímil, a lo que contribuyen las buenas actuaciones, entre las que destaca la de Nancy Quispe Yupanqui (María), dueña de una singular energía expresiva.

Es interesante cómo, sin que se trate estrictamente de un filme de género fantástico, el director le da al relato características de una película de horror. Debido a su falta de educación sexual, María percibe las transformaciones de su cuerpo como una metamorfosis monstruosa, y su apartamiento de los roles tradicionales de género la convierten en un sujeto extraño y marginal en una comunidad conservadora de rígidas normas. Se establece, inclusive, una semejanza entre María y el monstruo de Frankenstein, pues -como el personaje creado por Mary Shelley- María  tiene fina sensibilidad y su único amigo toca música para ella. Otro ser al que se asemeja es Carrie, como ya he mencionado; María, al igual que Carrie, es una joven tímida que sufre maltrato, aislamiento y discriminación en la escuela, además de tener una relación sumamente conflictiva con su madre.

Hace varias décadas, Robin Wood llamó la atención en un famoso artículo (The American Nightmare), sobre cómo algunas películas norteamericanas de horror representaban los temores ocultos de una sociedad conservadora que reprimía la libido de las mujeres. Se pude argumentar que  Bullying maldito cumple una función similar. En el filme se observa el rechazo y el temor comunales hacia una criatura inocente pero “peligrosa” para la hegemonía masculina.

Inicialmente, el director Mélinton Eusebio quería contar en esta película la historia de María Marimacha, pero si bien Bullying maldito no recoge el argumento de aquella leyenda urbana, como sí lo hace otra película ayacuchana, Marimacha, la encarnación (2013) de David Acosta, Jorge Gaitán y Julio Oré; toma lo esencial de aquel relato: la transgresión (sancionada) a la norma heteropatriarcal.[2]

Emilio Bustamante


[1] Este texto, ligeramente modificado, aparecerá en el libro Las miradas múltiples. El cine regional peruano, que publicará el Fondo Editorial de la Universidad de Lima.

[2] Según la leyenda original, María Marimacha recibe el encargo de su mamá de comprar carne para la cena. La niña, que tiene un comportamiento masculino,  gasta el dinero en la calle en un juego de apuesta con sus amigos. Al verse sin dinero, va al cementerio, le extrae el corazón a un cadáver y lo lleva a su casa. La madre cree que es la carne que mandó comprar, cocina el corazón y lo comen. En la noche el muerto se levanta de su tumba y va donde se halla María para reclamarle que le devuelva su corazón.

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