Calichín

Desde el arranque sabemos hacia dónde nos conduce esta socorrida fábula de redención. “Calichín” es un cuento bienintencionado que llega para repartir esa segunda oportunidad merecida por todos, desde el futbolista en desgracia hasta el empresario inescrupuloso.

La película apunta al chiste costumbrista, al guiño a las figuras de la televisión, a la memoria de las glorias futbolísticas del pasado, y al retrato colorido e idealizado de algún lugar de los Andes donde la vida se desarrolla en perfecta armonía, a pesar de la mina, la contaminación y las obras realizadas por el que contamina. A lo que se añade el tono agridulce que llega de la mano de una niña que exige atención y cuidados de un padre negligente.

“Calichín” resume un anhelo nacional: el del triunfo futbolístico obtenido a pesar de las juergas acumuladas en tantas noches. La realización de una fantasía de éxito y reconciliación que disuelva, como por encanto, las consecuencias del relajo, la indisciplina y las chelas apuradas a escondidas. Al fin y al cabo, todo se puede superar enrumbando por el camino de las lágrimas y de la ternura paternal, con golpes de pecho y propósito de enmienda.

Por eso, las cuotas sentimentales –más edulcoradas que propiamente melodramáticas- que irrumpen a la mitad de la película, desplazando al humor, son una exigencia, aun cuando alteren el tono, el ritmo y hasta la coherencia de las acciones. La vocación por el drama sentimental no solo existe en las telenovelas. Debe cumplirse el mandato del género: “se sufre, pero se aprende.”

Un lugar común recién establecido otorga puntos a una película por estar “bien filmada”, o “bien fotografiada”. Ese mérito podría reconocerse aquí sin duda alguna. Pero habría que anotar que está “bien filmada” a la manera de la publicidad. Esa que exalta el brillo, purifica el tono, eleva la saturación y convierte todo lo que muestra en mercancía apetitosa. La luminosidad es intensa para el cielo serrano, para los interiores y hasta para las secuencias nocturnas. Una calidez que no distingue entre lo ligero y lo grave. Todo es igual.

Reaparece el Tulio Loza de “Nemesio” y “Allpakallpa, la fuerza de la tierra”. Sí, el comediante que imponía su dicción, acento y gestualidad más allá de cualquier guion o previsión, hace ya casi cincuenta años. Lo sigue haciendo. Y destaca por escapar del molde previsto. Lo que podría resultar chirriante y excesivo pasa por vital y gracioso, en contraste con la previsibilidad de la fórmula que encauza a todo el resto de personajes y situaciones.

El cine peruano de éxito se está convirtiendo en un nutrido catálogo de relatos motivacionales.

Ricardo Bedoya

3 thoughts on “Calichín

  1. Ricardo tienes un real estómago para soportar toda la proyección y una disciplina inmensa para además, ensayar unas líneas de esto, que me dejan perplejo.

  2. Benévolo, pero hay q serlo si queremos q se estructure un cine nacional. La pregunta es… hasta cuando seremos permisivos y tolerantes?

  3. Hola Ricardo, una consulta; las críticas cinematográficas se deberían publicar días previos a su estreno? A manera guía, o recomendación (claro sin intentar el direccionamiento) o manera”advertencia” al público … Gracias por tu respuesta. Éxitos!

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