Gilda, no me arrepiento de este amor

Tiene varios de los ingredientes que identifican a una película peruana de éxito: abordaje biográfico de un personaje popular; historia de emprendimiento exitoso; lección de vida; protagonista famosa por la televisión; conocidas canciones del pasado interpretadas por la estrella principal.

Pero, ¡qué diferencia!

En “Gilda, no me arrepiento de este amor”, de Lorena Muñoz, todas las convenciones del género están potenciadas y enriquecidas por un tratamiento cinematográfico auténtico. Es decir, por un estilo visual, por un tratamiento dramático coherente, por personajes verosímiles aun en su esquematismo, por atmósferas penetrantes, y por un sentimiento –en este caso, elegíaco- que le da tono, color y dirección a la película.

La creatividad no es privilegio de un cine destinado para pocos. No es así. Una película como “Gilda…” lo prueba.

Es la historia del ascenso artístico de la argentina Miriam Alejandra Bianchi, conocida como Gilda, cantante de cumbias y reina de las “bailantas”. La película la muestra desafiando las voluntades de los empresarios  que no creen en ella y del marido que busca someterla al destino de la sumisión doméstica. El resto son canciones.

Construcción de un “agencia” femenina y música popular. Tal podría ser la sumilla del filme, pero lo interesante no está ahí.  

Está, más bien, en los movimientos de la cámara que acompaña a Gilda en su descubrimiento de esos mundos, entre sórdidos y exaltantes, donde se negocian los contratos artísticos; o que la siguen en sus retornos culposos y nocturnos a casa. Está en las luces tamizadas de los interiores, con ese blanco lechoso que entra por las ventanas; está en los silencios, postergaciones y esperas de la aspirante a estrella; está en la presencia sólida y amenazante del mafioso empresario que identifica a la cumbia peruana porque es más dulzona que la colombiana.  

Y está, claro, en la actuación de Natalia Oreiro, centro de gravedad de la película.

¿Cine popular?, sí. ¿Cine industrial?, sí. ¿Cine exitoso con el público?, sí.

Pero creativo. Con sentido del cine y del espectáculo. Esa es la gran diferencia.         

 

Ricardo Bedoya           

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