Pasajeros

“Pasajeros” es una película hilvanada a la manera de una colcha de retazos. La situación central está rescatada de “Solaris”, pero sin metafísica. La inmensa soledad interplanetaria equivale a la que soportaba Matt Damon en “Misión rescate”. El súbito desastre a bordo la vincula con “Gravedad”, y con tantas otras. La escenografía del bar añejo remite a “El resplandor”. El barman androide mezcla los rasgos de Dudley Moore y de Joe Turkel. A lo que se suma la presencia de los “chicos guapos y famosos”, Jennifer Lawrence y Chris Pratt, hibernados para que puedan realizar un viaje de décadas por el espacio. Pero el sueño se interrumpe faltando cuando aún falta casi noventa años para llegar a la meta.El conflicto no parecería demasiado dramático si imaginamos a Jennifer y a Chris solos en una inmensa nave espacial y con noventa años de holganza por delante.

Pero, como en todo relato de ciencia ficción que se precie, muy pronto aparecen dos disfunciones: la provocada por el hombre y la que es propia del sistema. Ambos falibles. Chris se enfrenta a las consecuencias éticas de una decisión placentera pero riesgosa. La máquina averiada no hace más que amplificar el conflicto. Arranca la acción, que es pretexto para desplegar miradas románticas seguidas de escenas de rencor y desprecio. Para Jennifer, del amor al odio hay un paso y está dispuesta a demostrarlo, sobre todo cuando recuerda que tiene un Oscar a cuestas. La parafernalia de los efectos especiales se reserva para la parte final. La mecánica de la tensión narrativa resulta pasablemente eficaz.

Lo demás es previsible. Chris Pratt guarda el humor que luce en “Guardianes de la galaxia”, y Jennifer Lawrence bien quisiera retomar el sueño del que despertó.

Ricardo Bedoya

 

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