Talentos ocultos

En “Talentos ocultos” todo es correcto, optimista, energético, bien empacado para que nos identifiquemos con tres mujeres de coraje que exigen el lugar que merecen en la NASA.

Transcurren los iniciales años sesenta y la carrera espacial es una prolongación de la guerra fría.  Taraji P. Henson, Octavia Spencer y Janelle Monáe interpretan a tres afroamericanas que deben acatar la segregación en su centro de trabajo, así como en todos los lugares públicos de la racista Virginia. Pero no solo cargan con el desprecio racista. También lo hacen con el machismo que desconfía de sus talentos ocultos.

Como puede adivinarse, la película narra el proceso de descubrimiento de esos talentos extraordinarios. Lo hace con toques ligeros, ritmo imparable, giros más que previsibles, acentos aleccionadores y algunos chistes visuales acertados, como el de los apurados recorridos de la protagonista hasta el baño reservado para las “personas de color”. 

Colorida, vistosa y amable, a pesar del odioso entorno social que describe, “Talentos ocultos” nunca se hace problemas o, mejor, los arregla en un tris. Cualquier asomo de intolerancia surgido en el seno de esa NASA blanca y excluyente se disuelve con una intervención de Taraji P. Henson resolviendo sofisticados cálculos matemáticos en una pizarra. Un plano cercano del concentrado ceño de Taraji es seguido de sucesivos contraplanos de reacción admirativa de esos prejuiciosos caballeros a los que no les queda más que aceptar las evidencias del genio matemático de una mujer segregada. Y eso, una y otra vez, hasta dejar a todos contentos.  

Como no todos los miembros de la élite tecnocrática pueden estar manchados por la sombra del desprecio racial, ahí está la figura del astronauta John Glen, empático y sonriente, para redimirlos; es el héroe americano concebido como dechado de virtudes y talante de muñeco de torta. A su lado, Kevin Costner, sobrio y eficiente, reacciona contra la perversa naturaleza del sistema.    

“Talentos ocultos” llega con valor añadido: ofrece una lección de historia de la astronáutica dictada a paso ligero.

Ricardo Bedoya

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