Daniel es un transexual que se hace llamar Marina, trabaja como mesera y tiene aspiraciones de cantante lírica. Su relación con un hombre mucho mayor parece ir viento en popa hasta que la súbita muerte de este complica su futuro inmediato. El chileno Sebastián Lelio ilustra un drama en la línea de su previa y superior “Gloria” (2013), aunque sin la misma capacidad de sugerencia o sutileza de aquella. Lo que no implica que la historia que le toca vivir a la “mujer fantástica” carezca de méritos.
De la madura Gloria que buscaba afirmar sus ganas de vivir libremente y tropezaba con una relación imposible, el cineasta pasa a la joven Marina (bien encarnada por la cantante transexual Daniela Vega) empecinada también en afirmar su libertad y, especialmente, ser aceptada como es.
Todo parece conspirar contra Marina. La familia del difunto la desprecia, la policía no la deja tranquila, incluso es humillada en una de las escenas más gruesas y menos convincentes. Sin embargo, el fuerte temperamento de la protagonista se impone a todos los obstáculos.
La narración es fluida y por ratos la música que la acompaña parece sugerir un cierta ambigüedad, como ocurre en la inspirada secuencia del sauna en el tramo final del relato. Algunos momentos se subrayan innecesariamente (la escena del viento, los reflejos en el espejo o la luna del auto), pero otros son pertinentes, como las apariciones del finado amante que conducen a un liberador y decisivo encuentro en el crematorio.
“Una Mujer fantástica” es desigual, pero se sigue con interés.
Enrique Silva Orrego
Solo hay un error que acotar al inicio del texto, que parte del desconocimiento: no es que Daniel sea un transexual. Marina es una mujer transgénero. Y el “se hace llamar” suena a que está apelando a un apodo, cuando aquella es su identidad.
Hay mucho que aprender sobre el tema. Me gusta que estas películas hagan que se hable al respecto.