Atom Egoyan, una presentación

Reproduzco el texto de presentación de Atom Egoyan que leí en la inauguración del Festival de Lima.

Descendiente de armenios, Atom Egoyan nace en El Cairo en 1960, pero crece y se educa en Victoria, Canadá. Luego de estudiar en la Universidad de Toronto, realiza algunos cortometrajes, trabaja para la televisión canadiense y debuta en el largometraje el año 1984.

Desde entonces, su carrera fílmica ha mantenido continuidad, con 17 películas de larga duración realizadas para el cine o la televisión, además de un nutrido número de cortometrajes. También ha dirigido puestas en escena de espectáculos de teatro y óperas, así como instalaciones artísticas. 

Dos asuntos recorren las películas de Egoyan: los riesgos del mirar y los avatares de la memoria.

El primer motivo está estrechamente asociado a la naturaleza del cine y de su dispositivo esencial, que propicia la fascinación y el placer de ver.

El segundo asunto remite a los traumas de la historia o a las fatalidades provocadas por el azar.

En sus películas iniciales, como “Family Viewing” y Speaking Parts”, las imágenes del cine o del vídeo son herramientas que descubren juegos de poder, exhibiciones incómodas, claroscuros en las vidas de parejas, secretos familiares. En ellas, las tecnologías audiovisuales no son instrumentos del mal. Solo sirven para revelar los costados más frágiles de sus usuarios.  

Con un estilo de frialdad impávida, la cámara de Egoyan penetra atmósferas enrarecidas que enfrentan a los espectadores a los terrenos de la extrañeza y de la suspensión de los sentidos. La opacidad de las acciones y el carácter ritual que adquieren los gestos, posturas y movimientos de los actores en los encuadres incitan a las preguntas constantes: ¿Qué estamos viendo? ¿Cuánto hay de simulacro o de apariencia en esas imágenes? ¿Cuál es su naturaleza?

Títulos como El ajustador o Exótica expresan esas características, abriéndose a las representaciones del  deseo, de la crueldad, de la pérdida de la inocencia, de la corrupción de lo que es -o de lo que parece ser- puro, como ocurre también en El viaje de Felicia y Chloe.

Pero a diferencia de otros directores que buscan la identificación inmediata con el punto de vista de sus personajes, Egoyan evita la fruición voyerista, apostando a la distanciación. La figura del extraño que llega a un lugar desconocido para entender lo que pasa ahí es una figura que se repite en su cine.

El dulce porvenir (en la foto) y Ararat convocan a la memoria.

En la primera, un accidente deja sin niños a una pequeña población canadiense. La película describe el clima que sobreviene, los gestos de la melancolía y las reacciones frente a la pérdida. Todo es silencio y quietud. El duelo es un frío que nos deja ateridos.

En Ararat, el silencio se transforma en indignación. Egoyan examina la persistencia en la memoria de un hecho traumático, el genocidio cometido contra el pueblo armenio entre 1915 y 1923. Pero la película no es una reconstrucción lineal de lo que ocurrió, sino una puesta en abismo en la que el cine habla del cine y la memoria tiene la forma de un laberinto especular, de reflejos sobre reflejos, de historias sobre historias, contadas de padres sobrevivientes a hijos herederos de la posmemoria.     

 No es necesario extenderse más. La trayectoria de Atom Egoyan ha sido amplia, experimentando con formas de producción diversas: el cine independiente, el modelo del cine de autor, la producción de mayores recursos y el trabajo con actores tan conocidos como Julianne Moore, Liam Neeson, Christopher Plummer, o el recién fallecido Martin Landau.

También incorporando a su obra algunos elementos genéricos, como los del thriller.

Una diversidad que encuentra un punto en común, una constante: la presencia de la actriz Arsinée Khanjian.

Ricardo Bedoya 

 

One thought on “Atom Egoyan, una presentación

  1. Disculpen que no comente sobre el contenido de esta entrada que se refiere a Atom Egoyan y su cine sino sobre la proyección en las salas de Cineplanet Alcazar . Hoy estuve en la sala 7 y pude constatar que, a pesar de los años y de todas las críticas recibidas, la cadena de multicines, que usufructúa un convenio con el CCPUCP para ser sede del Festival de Cine de Lima, se sigue sentando en la noticia y entrega una proyección de pésima calidad. Quizás para el espectador promedio de cine comercial no le interese o le de igual pero para un cinéfilo no puede pasar desapercibido el hecho de que la pantalla esté tan llena de brillo que cualquier película parece una pintura al agua perdiéndose la propuesta fotográfica e incluso cinematográfica del director. Veremos en los próximos días qué nos depara la proyección de otras salas pero soy pesimista. De nada vale que Cineplanet brinde servicio de compra online o por App, que ofrezca descuentos y promociones, que tenga una amplia zona de confitería y cafetería, que los asientos de las salas sean muy cómodos y que todas las áreas permanezcan muy limpias si no tienen una buena proyección.

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