The Square

“The Square”, de Ruben Östlund, ganadora de la Palma de Oro de Cannes, traza el retrato de las actividades del curador de una galería de arte, pero lo aprovecha sobre todo para plantear y debatir los “temas” que van surgiendo: las relaciones entre el arte y el márquetin; las discusiones entre lo que se considera alta cultura y lo que se excluye del canon; las estructuras de poder en el mundo artístico de hoy, y un largo etcétera.

Todos esos asuntos pueden ser importantes e interesantes, pero no se encarnan en las acciones ni en la sustancia de la ficción. Los incidentes del relato están sujetos a la ilustración de los conceptos.

Ostlund  opina sobre los males que afectan al mundo y usa a la película como tribuna para ello. Cada secuencia de “The Square” se asemeja a una maqueta. Las situaciones se esbozan sin lograr consistencia ni fluidez, ya que solo se ajustan a la mecánica ilustrativa de un guion férreo que prescinde de la espontaneidad.

Los personajes parecen marionetas que Ostlund manipula con el fin de insistir en sus críticas a la realidad sueca, a los problemas del arte y al mundo en general. El humor no tiene ligereza; por el contrario, es manifestación de una mirada altiva hacia los personajes, que acaban caricaturizados en su patetismo.

Las ambiciones de “The Square” la convierten en una película que no deja indiferente a nadie. Pero los recursos que utiliza para plasmar esa ambición están más cerca de la prédica y del sermón que de la ficción cinematográfica.

Rodrigo Bedoya Forno (desde el Festival de Toronto)

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