Carrey, Kauffman, Forman y El lunático

Netflix ha estrenado un interesante documental llamado “Jim y Andy, The Great Beyond”, de Chris Smith, que recupera filmaciones realizadas al actor Jim Carrey durante el rodaje de “El lunático”, de Milos Forman, en 1999. Ellas van aparejadas con una entrevista reciente a Carrey, que luce en el rostro las huellas del momento difícil que vive. Como la película misma, “Jim y Andy” reflexiona sobre el arte de la performance y sobre la simbiótica relación que establecen algunos actores con sus roles.

A propósito de ese estreno de Netflix, aquí va el comentario –con pequeños cambios- de “El lunático”, de Forman, que escribí en el momento de su estreno.

A pesar de su triunfo profesional en Hollywood, el checo Milos Forman siempre miró de modo oblicuo los mitos de su país de adopción. La suya es la perspectiva crítica e irónica de un extranjero curioso y fascinado con las mil “historias del éxito personal” que sustentan las leyendas de la industria, pero que se siente incapaz de encarnarlas en sus personajes.

En “El lunático” (“Man on the Moon”) salta sobre las convenciones de la biografía fílmica para contar la historia del comediante Andy Kauffman, conocido durante los años setenta como el mecánico Latka, de la serie de televisión “Taxi”. Personaje enigmático, poco conocido fuera de los Estados Unidos, marginal por vocación, excéntrico en el mundo del “showbiz” y fronterizo en el suyo propio.

¿Quién es Andy Kauffman? ¿Un mal comediante, un incomprendido, un “border line”, un esquizofrénico, un brillante simulador, un eterno adolescente, un actor-camaleón o el hombre que confundió los límites de su vida con los de su oficio? O, quizás, todo eso a la vez. La película no resuelve esas cuestiones, mantiene el enigma Kauffman y plantea aún más preguntas: ¿dónde acaba la vida y empieza la representación? ¿Cuáles son las fronteras de la comedia? ¿Por qué algunos triunfan gracias al ejercicio del fraude -como el mandamás de la cadena televisiva o el curandero filipino que tima a sus pacientes- y otros son perdedores natos como el simulador Kauffman?    

Forman no suscribe tesis ni ofrece respuestas. “El lunático” no es un filme virtuoso ni brillante. Ni complace ni gratifica. Apuesta por la desazón y la opacidad. Forman, poseído por el espíritu de su “lunático”, se concentra en mostrar el revés de lo gracioso. Es el personaje de Andy Kauffman en el trance de decepcionar las expectativas del público. La actuación de Jim Carrey es formidable. Ver esta película sabiendo que no fue candidato al Óscar corrobora lo que ya sabíamos: que ese premio suele ser un pretexto para la más descarada celebración del oropel.

Parado sobre el escenario de un teatro o durante emisión televisiva en vivo, Carrey, a la manera de Kauffman, dilata el tiempo de su “performance”, destruyendo el ritmo físico y verbal previsto para ella. El comediante balbucea las frases, canturrea la canción de “Mighty Mouse”, lee imperturbable “El gran Gatsby” con acento británico, o deja que aparezca el silencio y se imponga la inacción durante interminables períodos. Forman pone al público de su película en la piel de los desconcertados espectadores del imposible espectáculo de Kauffman: vemos al actor, desarmado, patético y con el gesto bobo, tentando el fracaso y jugando con el ridículo y la inexpresividad. Pero el realizador, con coraje, no abandona al personaje, ni se ríe de él, ni lo convierte en una caricatura.

Aquí, Carrey sólo puede compararse a un grande, Jerry Lewis (otro ignorado por el Óscar): cada intervención suya nos descubre en la actitud enojosa de reírnos con el malestar ajeno. Como en “Smorgasbord”, la gran película de Lewis, el humor se sustenta en el dolor físico del comediante y en sus manifestaciones visibles: torsiones, calambres, automatismos, paroxismos. Pero también encuentra abono en otro dolor, más insidioso aún: el de sentirse excluido a causa de un talento diferente y apreciado por pocos.

Ricardo Bedoya

 

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