El documental “Bixa Travesty”, de Kiko Goifman y Claudia Priscilla, está sometido al desenfado, exhibicionismo e inteligencia de Linn da Quebrada, la artista transgénero a la que retrata.
Ella está el centro de todo. No es raro que eso sea así: la película se construye como una performance. Todo se orienta a pulverizar los estereotipos que marcan linderos entre los géneros y a descubrir la continuidad entre la vida privada de Linn y la representación de su cuerpo guerrero sobre el escenario. Y en borrar las diferencias entre aquello que parece artificial en la representación artística y lo que aparece como “natural” en la vida cotidiana.
“Bixa travesty”, por eso, a través del cuerpo de Linn, apunta a dos propósitos: la exposición casi didáctica de la noción del “género” entendida como construcción cultural y el activismo “queer”.
Ricardo Bedoya