En el debate reciente ha salido a flote una vez más un cargo que se nos viene haciendo desde hace mucho tiempo a los críticos que estuvimos en la revista Hablemos de Cine, en la cual, como es sabido y más aún por las antologías que se están publicando, escribieron asimismo Francisco Lombardi, Augusto Tamayo, Nelson García y José Carlos Huayhuaca, que han ejercido o siguen ejerciendo desde los años setenta la función de realizadores. Se nos ha acusado de ser al menos condescendientes o blandos con las películas de algunos de esos directores. Federico, lamentablemente, ya no puede responder a ese cargo. Sin embargo, pido que se lea todo lo que se escribió sobre las películas de esos realizadores en las páginas de Hablemos de Cine (ahí está el volumen 1 de la antología que ofrece parte del material escrito) y se verá que no hubo la menor complacencia. Incluso, hay una entrevista con Lombardi en el último número de la revista, el 77, bastante áspera y discrepante. Luego, el balance de lo que se escribió en la revista La gran ilusión, en la que Bedoya, De Cárdenas y yo participamos, no es precisamente favorable en su conjunto a sus películas. Nuestra labor como críticos en diarios y revistas no ha sido tampoco concesiva y quien más favorable se manifestó con relación a la obra de Lombardi fue Federico, pero lo hizo con argumentos solventes, como los que se expresan en su libro El cine de Francisco Lombardi. Una visión crítica del Perú.
De cualquier manera, un balance general de la obra de Lombardi, especialmente la que corresponde a los años ochenta y noventa, es en mi opinión la que mayores logros expresivos ha conseguido en la historia del cine peruano y ninguna otra más reciente (por su aún escaso desarrollo) la ha superado. Sí creo que en los últimos años han despuntado películas, desde Días de Santiago hasta Wiñaypacha, que ostentan un nivel de creatividad y novedad que superan a lo que vienen haciendo en estos años del nuevo siglo los realizadores veteranos (Lombardi, Tamayo, Legaspi, Durant, Pereira). Aun así, el resultado de El bien esquivo y, en menor medida, Rosa Mística, muestran a un cineasta con estilo propio y con una escritura fílmica muy trabajada en el panorama del cine local, por lo que me parece muy injusto que se le menosprecie.
La valoración de las películas no es el objeto central de este texto. Lo es el desvirtuar la asociación que se quiere hacer entre lo que escribe o expresa el crítico y el grado de amistad con el director de la o las películas que son objeto de la crítica, al menos en lo que a mí me corresponde, aunque creo que Bedoya suscribiría lo que digo al respecto. Soy amigo, en mayor o medida, de muchos cineastas, entre los cuales hay varios que han sido mis alumnos en los cursos de Lenguaje Audiovisual o Historia del Cine. Ese vínculo no me inhibe de expresar lo que pienso y lo trasmito en forma escrita o personal. Con todo el afecto, el aprecio o la simpatía que pueda sentir hacia ellos, no me he inhibido de decir lo que pienso de algunas películas de Eduardo Mendoza, Rocío Lladó, Ani Helfer, Farid Rodríguez, Frank Pérez-Garland o Daniel Rodríguez, para poner unos pocos ejemplos. Y lo hago también con las que hacen Lombardi y Tamayo y a veces, incluso, con mayor severidad.
Lo que no justifico es que se utilice la tribuna crítica para el agravio o la descalificación personal y me parece elemental que el crítico posea un una disposición ética que lo aleje de esas tentaciones que se agravan cuando el director no es “santo de mi devoción”. Otra cosa es que se pueda ser duro con la película criticada y que, desde luego, se pueda utilizar la ironía, pues tampoco se trata de pedir mano blanda y consideraciones de “manual de Carreño” en lo que se escribe. A veces las propias películas no dan pie para extenderse en ellas y los juicios pueden ser sumarios. Naturalmente, una crítica desfavorable por sí misma puede resultar inaceptable para la sensibilidad de algunos directores que la sienten como una manifestación de menosprecio, pero esa es una de las reglas de juego del ejercicio crítico. Siempre que se haga con un mínimo de rigor la crítica no existe para agradar ni para hacer la “patería” como no existe para ventilar antipatías o descargar humores.
Isaac León Frías
Apreciado Señor León:
Le quedo sobremanera agradecido por exponer de un modo tan claro y perspicaz una circunstancia sobre la que usted brinda directrices precisas respecto de la ética de la crítica cinematográfica.
Habiendo estudiado en una universidad nacional en la que ha existido una cierta tradición teórica marxista, recurro a su experiencia en la labor académica y en la práctica de la crítica cinematográfica para que me ilumine con su juicio experimentado. Aclaro que me siento sumamente complacido de haber entrado en contacto con la literatura marxista durante mi estudios de Comunicación Social en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, especialmente por lo imprescindible que resulta la teoría materialista marxista para orientarse ante los fenómenos de la realidad contemporánea y para poder ser competitivo en la docencia universitaria de centros de estudios particulares y nacionales.
Mi consulta surge del siguiente aspecto: si la aprobación de una obra de arte (como es de cada una de las películas del paradigmático cineasta peruano Francisco Lombardi, compatriota del cual todos los peruanos nos sentimos muy orgullosos por sus ejemplares logros en el campo del arte cinematográfico) depende de la ideología artística que se posea y esta ideología artística está vinculada a los intereses de clase y los intereses de las capas dentro de esas clases … ¿no tendría que ser bastante razonable que clases o capas sociales diferentes evalúen de modo distinto la obra cinematográfica de Francisco Lombardi? Aceptando que coincidan las evaluaciones de distintas clases o capas esto seria consecuencia de intereses similares pero no tendría que ser así por necesidad.
Lo comento porque, desde una perspectiva marxista, la cuestión no se limita a ser o no “amigo” del cineasta, sino a conocer de qué clase o capa procede la crítica para entender por qué aprueba o desaprueba la obra. Conociendo la procedencia de clase o capa, se podrá identificar la ideología artística de esa capa o clase, que está vinculada a intereses económicos y políticos específicos. La consecuencia de esto es que una obra de arte tenga distintas interpretaciones al momento de entrar en contacto por primera vez con su publico y que dichas interpretaciones varíen en el tiempo. Las distintas clases y capas concederán más o menos importancia a ciertas obras según cambie el entorno político y social. Algunas obras pasarán a tener más importancia dependiendo del momento histórico y dentro de él, el tipo de importancia, las justificaciones, dependerán de los intereses de las clases y capas en esas clases que apoyan tales obras.
En este sentido, y le pido encarecidamente me disculpe si estoy sustrayéndole su valioso tiempo al plantear la situación en estos términos, sería razonable que surjan interpretaciones de la obra de Francisco Lombardi que valoren poco positivamente tal obra como consecuencia de la ideología artística que manejan los miembros de clases o capas de clases específicas. Por ejemplo, si soy un militar peruano de alto rango que ve por primera vez la magistral “La boca del lobo” (1988) en el año 1988, bien puedo pensar por mi formación castrense, por el régimen económico y político al cual estoy sometido, que la película es propaganda senderista de modo evidente. Y en este sentido, mis argumentos de valoración de la obra esgrimirán razones que justifiquen el punto de vista que ya tengo como consecuencia de mi ser social. Y cuando investigue los antecedentes del cineasta y sus vínculos sociales tendré que identificar a aquellos críticos que apoyan el filme, que se declaran partidarios de ciertas posiciones políticas y que comparten un pasado común con el cineasta en alguna revista o institución dedicada al cine. Este proceso de valoración sería el lógico desde una perspectiva marxista.
Por esto, me parece que sería mas entretenido, especialmente ahora que no hay nada particularmente ameno en la televisión peruana aparte de las telenovelas, elaborar un pormenorizado análisis teórico marxista que explique qué ideologías artísticas se encuentran tras la poca valoración que se concede a la deslumbrante obra de Francisco Lombardi por parte de ciertos miembros específicos de determinadas clases sociales y capas en esas clases.
¿Sería posible que usted aclarara a qué clase social y capa dentro de esa clase pertenece usted y con qué ideología artística se identifica al valorar positivamente las obras cinematográficas de Francisco Lombardi? ¿Podría indicar a qué clase social y capa dentro de esa clase pertenecían los miembros de “Hablemos de cine” y qué intereses económicos y políticos tenía esa clase y capa? ¿Sería usted tan gentil de especificar qué ideologías artísticas valoran poco las películas de Francisco Lombardi y por qué esas ideologias artísticas tiene tal obra en poca estima?
Estas preguntas elementales son las que me impulsan a superar mi timidez natural y dirigirme a un académico destacado de talla mundial como es usted. Me excuso nuevamente si estoy distrayéndolo de actividades que considera mucho más importantes.
Me despido quedándole muy agradecido por su atención a la presente.
Un lector deslumbrado de su producción intelectual
Jorge Luis Villacorta Santamato
P.D.: Alguna vez leí sin prestar mayor atención el texto de Nicos Hadjinicolau titulado “La producción artística frente a sus significados” y creo que es de allí de donde me han quedado algunas ideas marxistas sobre el arte. Lo menciono porque recuerdo vagamente que allí se trata un tema como el que motivó la publicación del texto “La crítica de cine y los amigos directores, por Isaac León Frías”, aunque bien puedo estar equivocado.
Amigo Jorge Luis, la respuesta a tu pregunta requeriría un espacio mucho más voluminoso que el del breve comentario que hago a continuación. En mi opinión, un análisis marxista de una obra de arte, cualquiera que sea, es materia de un trabajo académico, no de una nota periodística, como lo es asimismo el análisis psicoanalítico, semiótico, antropológico y otros. En la actualidad, los estudios académicos tienden a utilizar una plataforma más bien integrada de matrices teóricas (el marxismo, el psicoanálisis, la antropología, la ciencia histórica, etc.) y de perspectivas relativamente nuevas como las del feminismo y el mestizaje cultural. Los llamados Estudios Culturales, por ejemplo, apuntan en esa dirección.
Apreciado Señor León:
Le quedo sobremanera agradecido por su gentil y erudita respuesta.
Luego de alguna reflexión solamente puedo concederle la razón respecto de todas las observaciones por usted planteadas. Ciertamente, el marxismo, el psicoanálisis, la antropología, la ciencia histórica, el feminismo y el mestizaje cultural son matrices teóricas de gran utilidad.
Saludos cordiales
Jorge Luis Villacorta Santamato