Jorge Jellinek: uno más de los nuestros que se va, por Isaac León Frías

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Otra noticia que uno recibe como un inesperado sopapo: la partida no avisada del gran amigo y colega uruguayo Jorge Jellinek (1957-2019).

Jorge fue más que un crítico, pues desde la Cinemateca Uruguaya (en tiempos de Manuel Martínez Carril), desde el Festival de Punta del Este y desde otros espacios, contribuyó a la difusión del cine latinoamericano y de todo el cine del mundo que ofrecía una mirada creativa, desde las manifestaciones más radicales y vanguardistas hasta aquellas de raigambre popular como pueden ser las producciones de Pixar. De visión amplia, Jorge perteneció a una generación que hizo de la cultura cinematográfica un modo de vida y que nunca se cerró en una concepción estrecha y limitada de lo artístico, como ocurría en generaciones precedentes en el ámbito rioplatense.

 

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Además, Jorge quedará para siempre en las imágenes fílmicas, pues de manera sorpresiva se convirtió en el protagonista de La vida útil (2010), un largometraje de Federico Veiroj, que es un homenaje a la Cinemateca Uruguaya y a su mítico director de varias décadas, Manolo Martínez Carril. Y un homenaje, también, y ahora más que nunca, a su protagonista, un soñador y a la vez un firme defensor de esos templos no religiosos que son los archivos de imágenes en movimiento y de las salas que las exhiben. Casi, casi un retrato de quien era Jorge en la vida real (como también, y aún más, lo es de Martínez Carril), el personaje de la ficción, también y no casualmente llamado Jorge, se permite sí algunas licencias que seguramente nunca se imaginó Jellinek, como ejecutar pasos de baile en una escalera. Se unían así los datos de una existencia de origen real con otros extraídos de la imaginería cinéfila, del musical, la fantasía y el romance.

Para el Festival de Lima, Jorge Jellinek fue un visitante asiduo. Vino como miembro del jurado de la crítica, como protagonista de La vida útil, como director del Festival de Punta del Este o, como él decía, como simple cinéfilo y amigo del Festival, de muchos de nosotros y de Lima, ciudad que le era muy familiar.

La de Jorge es una de esas pérdidas irreparables para Uruguay y también para Argentina, otro país a cuyo espacio cultural cinematográfico estaba muy unido, y sin duda para nosotros que sentiremos  la falta de su compañía siempre cordial, locuaz, generosa y bien dispuesta en los días de las primeras quincenas de agosto, y en mi caso invariablemente durante los festivales de Mar del Plata y Buenos Aires (BAFICI) a los que asistía con entusiasmo.

Isaac León Frías

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