El debate sobre la paridad de género en el campo cinematográfico local. Escribe Isaac León Frías.

No tengo que recordar que el asunto de la paridad de género es uno de los que encabeza la lista de reivindicaciones feministas en estos tiempos de movimientos como Ni una menos y denuncias constantes de crímenes y agresiones en contra de las mujeres.

 Por cierto, la paridad es una aspiración justificable vista la larga tradición de protagonismo masculino en las lides políticas, empresariales, académicas, ejecutivas en diversas ocupaciones y en muchas otras lides. Es justificable como aspiración, en mi opinión, mientras haya condiciones que desfavorecen de una u otra manera una mayor participación femenina en roles que los hombres han detentado casi invariablemente. Sin embargo, no creo que una vez que se haya llegado (lo que, claro, tomará un buen tiempo) a un nivel razonable de “igualdad de condiciones” deba mantenerse como un ideal inamovible el criterio de la paridad entendida en un sentido aritmético. Vale la búsqueda de la paridad mientras que los desniveles sean notorios. Cuando no lo sean se impondrán los criterios meritocráticos o de excelencia profesional, sin que tenga que seguirse buscando una paridad obligada.

 Por su parte, una vez que se logre una legalización de las relaciones matrimoniales sin impedimentos por tratarse de dos hombres o dos mujeres (o quizás combinaciones de tres o más), y con un grado suficiente de respeto y tolerancia hacia las diferencias en las sociedades, ya no tendrán razón de ser los colectivos LGBT. Pero, claro, la superación de las luchas de las mujeres y de las minorías sexuales, como la de los pobres y desheredados de este mundo, tienen todavía para rato y algunos podremos ver avances, como los que se han producido en los últimos tiempos (impensables hace pocas décadas), pero no veremos ese posible punto, si no de culminación, sí de acceso a un equilibrio más justo. Espero que al menos los lectores más jóvenes puedan acercarse a ese punto.

Este no es un blog en que se ventilen de manera frontal los temas aludidos y lo que he escrito sirve de introducción para lo que, si bien constituye un deseo legítimo y un objetivo a lograr, no puede hacerse a fortiori. No se le puede exigir hoy a cada festival de cine que imponga una paridad rigurosa entre las películas dirigidas por hombres y por mujeres. En algún momento se podría llegar incluso a la demanda de que se repartan equitativamente, o guardando una cierta proporcionalidad, películas de hombres y mujeres heterosexuales, por un lado, y representantes de las minorías sexuales, por otro, con lo cual se enreda aún más un asunto que, a la larga, no se puede manejar de esa manera.  El argumento de la paridad a como dé lugar, además de afectar los patrones cualitativos (estéticos) que demanda la selección de un festival, se convierte, en el estado actual de las cosas, en una suerte de concesión paternalista (patriarcal o patronal) al derecho de las mujeres. No apunta a una “equidad” razonable, sino casi a un favor. Se convierte en un acto de condescendencia.

El mismo pedido para el reparto de películas se extiende para los jurados de festivales, para las mesas en las que se debaten temas o se presentan libros de cine, para los participantes en un equipo de rodaje, para los premios de los concursos de proyectos de películas, etc.  Falta que se exija paridad de género para los autores de libros de cine, entre otros pedidos faltantes y menciono lo de los libros de cine para hacer ver el límite de absurdo al que se puede llegar. Porque el camino a la paridad o, en definitiva, a una equidad razonable y bien entendida, es un proceso que como tal tomará su tiempo. No se puede hacer de la noche a la mañana.  Por cierto, no se trata de cruzarse de brazos, pero tampoco de inventar críticas de cine mujeres cuando no las hay ni rechazar asistir a un diálogo porque la mesa está conformada solo por hombres (o solo por mujeres, si fuera el caso) o poner el grito en el cielo cada vez que se percibe alguna falla en esa supuesta y obligada cuota de género.

Claro que hay que favorecer condiciones para que las cosas cambien y para que un número ascendente de mujeres, como ya viene sucediendo, se incorpore a las tareas creativas del cine y, ojalá, de la cultura y de la gestión cinematográficas: la crítica, la docencia, la investigación, la programación, la administración y la curadoría de archivos, la dirección de organismos especializados como puede ser entre nosotros la DAFO. A combatir cualquier forma de discriminación de género y a alentar una participación cada vez mayor de las mujeres, pero sin imponer de manera irracional o prepotente una paridad obligada, cuando los criterios valorativos no lo recomiendan (en el caso de otorgar un premio indebido, por ejemplo) o no lo hacen posible (la nivelación en número en el momento actual de los críticos hombres y mujeres en el Perú).

La demanda puede ser justa, pero la manera de reclamar se convierte en algunos casos en un acto de pura demagogia de género que no cuenta con un asidero real y razonable para aplicarse. La cuota de género no se puede inventar cuando no existen las condiciones objetivas para su implementación. Lo que parece de sentido común, lamentablemente no lo es para todos.

 Isaac León Frías

 

 

 

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