Películas para ver durante el confinamiento: El auge del humano, de Eduardo “Teddy” Williams

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Aquí pueden ver El auge del humano, de Teddy Williams, una de las mejores películas latinoamericanas -es la que prefiero- de la década pasada. Aquí , a modo de adelanto, va un pequeñísimo extracto del texto sobre esa película que se publicará en el libro “El cine latinoamericano del nuevo siglo. Tratamientos y tendencias”, de próxima publicación, editado por la Universidad de Lima.

El auge del humano (2016), del argentino Eduardo Williams, recorre espacios de superficie, espacios suburbanos, espacios rurales, espacios virtuales. Todos ligados (hiperconectados) por redes invisibles y por una cámara en mano que registra, en diferentes soportes, las derivas de tres personajes en tres continentes. Todos ellos refractarios a la propuesta de supervivencia ofrecida por la sociedad globalizada: el desempeño de trabajos precarios, incómodos, deshumanizantes […]

El agua –o lo líquido, que incluye a los fluidos corporales- es un elemento siempre representado en la película. Da cuenta de la fluidez con la que se pasa de un espacio al otro, o de un tiempo al siguiente. De Buenos Aires a Mozambique y a Filipinas. Lugares conectados por redes compartidas. Los personajes están inmersos en ellas. Solo los cuerpos masculinos aportan solidez, consistencia o fundamento en ese entorno de fronteras diluidas […]

Una webcam liga a un lugar de América del Sur con el interior de un espacio en Mozambique […] En ambos lugares se practica el mismo juego destinado a rentabilizar una sexualidad virtual, resultado de la precariedad laboral y de la necesidad de consumir el aquí y el ahora con intensidad. Lo que a primera vista podría asemejarse a la escena de un filme pornográfico gay, se transforma, por la mirada persistente de la cámara que documenta las acciones de los personajes, en una performance espontánea. […]

El denominador común entre todos los episodios es la valorización de los cuerpos móviles, siempre activos en el vagabundeo o en la exposición erótica […] Aunque esos seguimientos parecieran remitir a los de las películas de Luc y Jean-Pierre Dardenne, en realidad se diferencian de ellos: carecen de su febril necesidad. Se acercan más bien a los trávelin de las películas de Apichatpong Weerasethakul, conduciendo al corazón del bosque mientras se camina al costado de lo impreciso, lo onírico y lo fantasmal. O a los espectrales movimientos de la steadicam de Millennium mambo (2001), de Hou Hsiao-hsien, listos para penetrar en la sensibilidad flotante del nuevo siglo.

Ricardo Bedoya

 

 

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