Cine peruano y Pandemia, por Joel Calero

CIELO OSCURO - Programa Ibermedia

 

Joel Calero envía este artículo sobre el desastre que se cierne sobre el cine peruano. En la foto: Cielo oscuro, un título premonitorio.

Ese islote minúsculo de la realidad que es el cine peruano no puede ser ajeno a la devastación que están urdiendo la pandemia y nuestras precariedades estructurales como país.

Impedidos de filmar, impedidos de estrenar, el cine peruano espera una cama UCI. Decir cine peruano es una entelequia, un concepto. Y este drama es de personas, de sujetos con nombre propio. El trabajador promedio del cine peruano es un trabajador independiente, un foquista, un productor de arte, un eléctrico, un asistente de producción que cobra por semanas de trabajo sea en una película o en un comercial publicitario. Hace 6 semanas que nadie filma y se prevee que no se filmará hasta fin de año. Eso implica que estos técnicos (que tienen número de DNI, nombre propio, apodos e hijos) no cobran hace 6 semanas y no cobrarán hasta fin de año. Esa es la primera línea de afectación de esta pandemia. La que necesita urgente y necesarísima ayuda.

Desde hace mucho, sabemos que uno de los aspectos más precarios de ese universo que es el cine peruano es el de la distribución. Me refiero, básicamente, a ese universo de películas cuyo propósito no es únicamente hacer taquilla. Me refiero a ese cine que quiere generar contenidos inéditos o relevantes, explorar sus formas y ser, pues, eso que llamaremos, a falta de mejor nombre, arte cinematográfico. Ese cine peruano no se ve (no se veía) como debería verse. Los cines, infestados de blockbusters hollywoodenses (esa antigua pandemia), no tienen espacio para la diversidad, para la cultura fílmica y para ese cine peruano más singular. Desde hace mucho, ese cine peruano se estrena en pésimas condiciones, con horarios nefastos, en muy pocas salas: condenado a morir (como condenados a morir estamos los peruanos por el solo hecho de serlo, de haber nacido en un país que no llega a 600 camas UCI pese a que, desde hace años, hace alharaca de ser un país con extraordinarios índices macroecónomicos). ¿Qué va a ocurrir cuando se reabran los cines y todos esos blockbusters hollywoodenses estancados quieran exhibirse y apelen a su prepotencia con el aval y complacencia de los exhibidores? ¿Habrá salas para el cine peruano? Me atrevería a decir que el futuro específico de ese cine peruano es más aterrador que el futuro general que nos espera.

El cine peruano que no es el cine comercial se financia a través de los premios de DAFO que son la principal y a veces única fuente financiera. A veces, obtienen además ayudas de Ibermedia y más escasamente de algunos otros fondos internacionales. Lo que se puede obtener es menos de lo que se necesita y nos estamos acostumbrando a filmar en condiciones inadecuadas, subvaluando y precarizando los trabajos de toda la cadena humana. Se estima que, cuando se pueda volver a filmar, se necesitarán implementar una serie de estándares de seguridad que encarecerán en un 20-30% los rodajes. Si algunos proyectos ya estaban en malas condiciones financieras antes de esta pandemia, es obvio que ahora estarán peor que al inicio. Además, algunos rodajes se interrumpieron y, por supuesto, perdieron sus muy escasos recursos. En suma, los proyectos financiados por DAFO han acabado más debilitados. Por otra parte, las empresas que producen filmes que se rigen únicamente por las leyes del mercado están también afectadas, por supuesto. Han invertido dinero en filmes que no pueden recuperar su inversión y que, cuando se estrenen, pelearán con los cientos de filmes hollywoodenses que intentarán hacer lo de siempre: copar abusivamente las salas.

El futuro, como se ve, pinta atroz. Se necesita un punto de inflexión que no vendrá del sacrosanto mercado, sino, tal vez, de una intervención del estado peruano, como ahora mismo en tantos otros órdenes de la vida: hay vidas en juego, hay cultura en juego. Deben ser protegidas.

Joel Calero

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