Semanas complicadas de encierro y desaliento.
-La televisión difunde imágenes de ciudadanos raneando, siendo abofeteados u obligados a humillarse cumpliendo sanciones manifiestamente ilegales. Lo más terrible: los aplausos y gritos de aliento que se oyen como ruidos de fondo en las grabaciones. Un aislamiento sanitario no puede transformarse en un remedo de “Punishment Park” o en un entrenamiento comandado por el Sargento Hartman de “Full Metal Jacket” (en la foto).
-Clases virtuales. Hay que repensar los cursos. Hacer una suerte de guion para cada clase. Medir el tiempo de la exposición, buscar durante horas los ejemplos audiovisuales breves y precisos en plataformas diversas –las películas superiores a los veinte minutos quedan para ser vistas en casa-, insertarlos entre una intervención y la siguiente, calcular sus tiempos de emisión, promover formas de participación nuevas. Lo más complicado: estar sentado durante horas frente al ojo iluminado de una computadora. Agotador para los que solemos hablar caminando de un lado a otro durante las clases.
-No conozco los estados financieros de Cineplanet, pero resulta, por decir lo menos, chocante que la cadena más grande y próspera de cines del Perú suspenda las obligaciones con sus trabajadores –y no colaboradores, como quiere el ridículo eufemismo- durante tres meses. No sabemos cuándo se reiniciarán las actividades cinematográficas y nadie esperaría que una empresa pueda soportar muchos meses de paralización sin tomar medidas que garanticen su supervivencia, pero que semejante cadena –ligado a un grupo económico inmenso- pida chepa a la primera, en tiempos angustiosos para los trabajadores, dice mucho de su desdeñosa actitud empresarial.
-Trato de evitar las películas sobre epidemias, pestes, pandemias e incluso enfermedades menores. No hay forma. Los males asaltan, sobre todo en las viejas películas que prefiero ver en estas épocas: “Suspect”, de Roy Boulting; “Stanley and Livingston”, de Henry King; “Jezebel”, de William Wyler; “Les orgueilleux”, de Yves Allégret; “Isle of the Dead”, de Mark Robson. Mejor, paro de contar (y de ver).
-Leo algunas opiniones sobre el cierre de las salas. No las extrañamos, dicen, porque la cartelera peruana es un páramo; no ofrece nada de interés. No estoy de acuerdo con esas opiniones. Yo sí echo de menos al cine visto en las salas de cine. La experiencia de estar frente a una pantalla grande es, a veces, más gratificante que la película misma. El dispositivo que activa la oscuridad del entorno en contraste con la luminosidad de la pantalla tiene, para mí, en algunas ocasiones, un poder de atracción que rebasa el de la película que se proyecta. En las salas, por otra parte, el cine confirma su vocación por el espectáculo. Las emociones en cascada, las “atracciones”, fascinan a los realizadores cinematográficos y a sus espectadores desde hace más de un siglo. Es verdad que algunos desdeñan esos estímulos, pero el que no hace distinciones jerárquicas entre tipos o categorías de películas, bien puede apreciarlas y juzgarlas, pero después de verlas. Ninguna película es, a priori, más “importante”, más “útil”, más “noble”, más “culta” o más “artística” que todas las demás, incluso las que exhiben sin recato sus ambiciones comerciales. Las películas solo se diferencian por sus méritos intrínsecos. Hay mejores o peores, buenas o malas, logradas o fallidas.
Y frecuentar las salas no supone desconectarse de las plataformas y de los links de descargas. El cine hay que encontrarlo donde esté.
De acuerdo, en líneas generales, con el artículo de Christian Wiener que se puede leer aquí. Los fondos de estímulo para el cine y la cultura deben mantenerse. Si hasta las grandes corporaciones se apuntan para recibir beneficios, las actividades frágiles como las culturales deben ser consideradas en los planes de reactivación. En Francia se pide una contribución de solidaridad de las plataformas digitales que hacen su agosto durante el confinamiento. Sí, de Netflix y similares. ¿Y aquí, por qué no?
Converso con José Carlos Cabrejo para retomar el podcast “Páginas indiscretas”, que quedó paralizado desde pocos días antes del confinamiento. Encontraremos la forma de hacerlo, ya que no podemos llegar a la cabina donde solíamos grabar cada uno de los episodios. Pronto habrá novedades.
Películas vistas –o vueltas a ver- en estas largas semanas:
Notables : Our Daily Bread, de King Vidor ; Jezebel, de William Wyler; Dance, Girl, Dance, de Dorotyh Arzner; Merrily We Go to Hell, de Dorothy Arzner; Christopher Strong, de Dorothy Arzner; Drive a Crooked Road, de Richard Quine; Les Rendez-vous d’Anna, de Chantal Akerman ; Repeat Performance, de Alfred L. Werker.
Buenas: Stanley and Livingston, de Henry King; Les orgueilleux, de Yves Allégret; Isle of the Dead, de Mark Robson; Magnificent Doll, de Frank Borzage; El betamax de Genaro; Yi zhi you dao hai shui bian lan (Swimming Out Till the Sea Turns Blue), de Jia Zhang-ke; J’accuse, de Roman Polanski; Never Rarely Sometimes Always, de Eliza Hittman; Les Misérables, de Ladj Ly ; Stranger on Horseback, de Jacques Tourneur ; Sección desaparecidos ; de Pierre Chenal ; The Hunt, de Craig Zobel ; The Raid, de Hugo Fregonese ; Grégory, de Gilles Marchand (miniserie) ; The House Across the Bay, de Archie Mayo ; Thunder Over The Plains, de André de Toth ; Feu Mathias Pascal, de Marcel L’Herbier; Der Bettler vom Kölner Dom, de Rolf Randolf ; Hogar, de Álex Pastor y David Pastor ; Ambush, de Sam Wood ; The First Legion, de Douglas Sirk ; Escape in the Fog, de Budd Boetticher ; Torrent, de Monta Bell ; The Long Memory, de Robert Hamer ; La valigia dei sogni, de Luigi Comencini.
Regulares: Il sequestro Moro. Gli altri testimoni, de Mary Mirka Milo; Untouchable, de Ursula Macfarlane; She, de Lansing C. Holden e Irving Pichel; Clemency, de Chinonye Chukwu; The Last of Mrs. Cheyney, de Sidney Franklin ; Circus of Books, de Rachel Mason ; In Search of Darkness, de David A. Weiner (un documental estándar sobre un asunto apasionante : el cine de terror de los años ochenta); After Truth: Disinformation and The Cost of Fake News, de Andrew Rossi ; La herencia, de Ricardo Alventosa; Never Say Goodbye, de Jerry Hopper; Thunder Birds, de William A. Wellman
¡Uf !: El hoyo, de Galder Gaztelu-Urrutia; Seberg, de Benedict Andrews; Sergio, de Greg Barker.
Ricardo Bedoya