García Márquez va al cine

 

El período de más intensa vinculación de Gabriel García Máquez con el cine se da entre los años 1952 y 1955 cuando estudia en el Centro Sperimentale di Cinematografia en Roma, junto con directores como Fernando Birri, Julio García Espinoza y Tomás Gutiérrez Alea, el futuro realizador de Memorias del subdesarrollo. Todos querían aplicar en sus países las lecciones que el neorrealismo italiano había plasmado en cintas como Roma, ciudad abierta, Ladrones de bicicletas o Umberto D,  aún frescas en las memorias: un cine hecho en las calles, con recursos mínimos y capacidad para el testimonio social y la indignación. Es decir, un cine posible y un arte pobre, a la medida de los recursos de América Latina.

Por esos años, García Márquez publica críticas cinematográficas en el diario El espectador, de Bogotá, mientras participa en algunos rodajes. En 1954 escribe el guión para Langosta azul, un cortometraje de su amigo, el colombiano Álvaro Cepeda Samudio. Más tarde, a comienzos de los años sesenta, en México, se vincula con el grupo de fundadores y allegados a la revista Nuevo Cine, es decir con el historiador y crítico Emilio García Riera, y con José de la Colina, Manuel Michel, Jomi García Ascot (director de una película de culto, “En el balcón vacío”, y al que dedica Cien años de soledad), entre otros.  Su influencia lo lleva al trabajo activo de escritura de guiones.

La década de los sesenta es prolífica en intervenciones de García Márquez para la industria del cine mexicano. Participa en el guión de El gallo de oro, a partir de un argumento de Juan Rulfo, que es filmada en 1964 por Roberto Gavaldón, y en el de En este pueblo no hay ladrones, de Alberto Isaac (1965) donde tiene una actuación breve y amistosa, compartiendo escenas con Carlos Monsiváis, José Luis Cuevas, Juan Rulfo y Luis Buñuel (en la foto: Buñuel en el púlpito)

 

Junto con Carlos Fuentes escribe, en 1966, el guión de Tiempo de morir, de Arturo Ripstein, una tragedia en clave de western que es uno de sus mejores trabajos para el cine, y de la que se hizo un remake homónimo en 1985, dirigido por el colombiano Jorge Alí Triana. A su turno, Ripstein adaptó, años después, El coronel no tiene quien le escriba (1999).

Para sus amigos Manuel Michel, Luis Alcoriza y Felipe Cazals, escribe los guiones de Patsy mi amor (1969), Presagio (1975) y El año de la peste (1979, basado en el libro de Defoe), respectivamente. En 1979, María de mi corazón, con historia y guión suyos, es un acierto. Dirige el mexicano Jaime Humberto Hermosillo, con el pulso necesario para convertir una anécdota trivial en un drama angustioso: una mujer es confundida como enferma mental e internada en un asilo. También es atractiva Eréndira (1983), una producción franco-alemana dirigida por Ruy Guerra, sobre un guión del escritor. Es una de las pocas películas -tal vez la única- que ha logrado acercarse al clima de estupor fantástico que provocan algunas páginas de sus libros. El llamado “realismo mágico” nunca tuvo expresión satisfactoria en cintas adaptadas o basadas en el universo del colombiano. Si esa atmósfera o componente emocional se halla en algún pasaje fílmico, habría que buscarlo más bien en algunos momentos de Fellini  (sobre todo en Amarcord) o en otros de Emir Kusturica.

 

En 1985, participa en la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, de la que es nombrado Presidente, y se involucra en la creación de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, en Cuba, donde dicta talleres. En el clima del trabajo colectivo de la Escuela, con el auspicio de la Fundación y la intervención de Televisión Española, emprende la escritura de un proyecto fílmico llamado Amores difíciles (1988-1989), que comprende la realización de películas como Fábula de la Bella Palomera, de Ruy Guerra; Milagro en Roma, de Lisandro Duque; Cartas del parque, de Tomás Gutiérrez Alea; Un domingo feliz, de Olegario Barrera; El verano feliz de la señora Forbes, de Jaime Humberto Hermosillo y Yo soy el que tú buscas, de Jaime Chávarri  Casi al mismo tiempo se adapta Un señor muy viejo con unas alas enormes (1989), de Fernando Birri. El conjunto de filmes resulta irregular y decepcionante.

Participa también  en los guiones de Edipo Alcalde (1996) y Los niños invisibles  (2001), de los colombianos Jorge Alí Triana y Lisandro Duque Naranjo, respectivamente, y de Veneno de madrugada (2004) adaptación de La mala hora realizada por Ruy Guerra, así como en muchos guiones de cortometrajes. García Márquez, hasta entonces, interviene directamente en la adaptación de sus libros, salvo en los casos de producciones multinacionales, repartos con toques de Hollywood, presupuestos elevado y pretensiones de distribución planetaria, como en “europuddings” del estilo de Crónica de una muerte anunciada (1987) dirigida por el italiano Francesco Rosi, con guión de Tonino Guerra, y El amor en los tiempos del cólera (2007), de Mike Newell, con guión de Ronald Harwood, sendos fracasos expresivos.

En 2009, Hilda Hidalgo adaptó Del amor y otros demonios. Dos años después, Henning Carlsen llevó al cine Memoria de mis putas tristes. Lástima, ambas olvidables.

Nunca aceptó adaptar  Cien años de soledad. Se dice que el italiano Sergio Leone, muerto en 1989, se la propuso más de una vez.

 

(Este artículo se publicó originalmente, con ligeras variantes, en “El Dominical” de El Comercio)

Ricardo Bedoya

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